Capítulo 1: El comienzo

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La luz de la luna brillaba en todo su resplandor, el cielo con poca luz y había unas cuantas nubes en el cielo. A fueras del reino centro, pasando grandes colinas y ríos, se encontraba un aldea y en una casa, afuera por la ventana, se podía ver la luz prendida del fuego o en este caso, la luz de una vela encendida.

Esa misma noche, todo parecía tranquilo, normal. Pero tanta tranquilidad, era una señal de que algo malo iba a pasar y por cómo está el cielo medio nublado, es un mal presentimiento. De hecho, está noche se sentía diferente al resto, a noches anteriores. Hacía mucho frío y estaba demasiado silenciosa (ya que, por lo regular, hay mucho ruido en las noches y más cerca de un bosque), pero en este caso, parecía que algo sucedería y nadie estaba preparado.

En la aldea, la mayoría estaba durmiendo, cada familia en sus respectivos hogares, velando por los sueños de otros.

Pero en esa casa que estaba la luz prendida, era la única familia despierta a las tantas horas de la noche, como sí no hubiera un mañana, al día siguiente. En esa misma casa, vivían los Heart, una familia normal (al menos eso es lo que la gente veía), pero sin duda no lo eran y no eran normales, cómo la gente asume de ellos.

Eso ya se sabe, desde hace ocho años. Esa noche, el único sonido que había, eran los gritos que provenían de la casa.

—¡Tú no lo entiendes!, no puedo ni acercarme a ella —dijo Adriana, alzando la voz, enfrente de su esposo, llamado Osvaldo.

—¡Es tu hija! —le reclamo el hombre.

La casa en dónde viven, es bastante humilde, una cabaña en realidad. El piso era de madera y el techo no era tan alto, sino más bien lo normal, a la derecha estaba la cocina y una pequeña mesa rectangular con cuatro sillas a cada lado. También tenían una chimenea y al fondo de la casa, estaban las habitaciones.

Adriana tenía la piel blanca, ojos marrones claros y su cabello anaranjado, que le llegaba a la espalda; llevaba puesto un vestido azul - verde. Por otro lado, Osvaldo era alto, fornido y de cabello rubio, ojos azules, en ese momento usaba ropa de cuero oscuro. Adriana tomo una silla y se sentó en ella, no le gusta discutir y su esposo lo sabe.

Se sentaron frente a frente, a lado de la chimenea y calentándose por el calor del fuego.

—Actuaste raro en la cena —Osvaldo le comenta y mira fijamente Adriana—, y ni siquiera miraste a Susana, durante todo ese momento.

Adriana lo sabe y sé siente mal por eso, pero no lo puede evitar. Pero cuando está cerca de su hija, solo ve lo que vio en la visión, cuando Susana nació. Ella vio lo que pasaría, lo que su hija se convertiría, no puede hacer nada, porque ni siquiera ha comenzado y ya sabe lo que pasará en el futuro.

En cambio, Osvaldo la mira fijamente, realmente intenta entender todo lo que le está sucediendo Adriana, pero le cuesta. No sabe que más hacer para ayudarla y la actitud de su esposa, no ayuda mucho que digamos. Necesita que esto se aclaré, antes de que Susana empiece a darse cuenta, que su madre no la ama.

Cuando sí lo hace, pero Adriana no sé lo demuestra. Necesita que Adriana hable con él, para ayudarla y no perder a su familia.

—Susana te ama, pero necesito que me digas, ¿qué viste cuando ella nació?

—Solo sé que no puedo salvarla.

—¿De qué?

—De todo —dijo Adriana, bajando la mirada y se le forma un nudo en la garganta.

Osvaldo frunce el ceño, no entiende y Adriana lo mira diciendo: no puedo explicarte y toda esta situación, es bastante complicada para ambos.

Todo esto es muy difícil para Adriana, se siente muy estresada con todo este asunto sobre la visión de su hija y sin poder evitarlo, una lágrima recorre por su mejilla. Osvaldo al verla así, le duele hasta el alma y desearía poder ayudarla, con toda esta situación.

PRINCESA GUERRERA  [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora