CAPITULO 3.

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—¿Cómo dijiste? —preguntó incrédulo, con las manos en la cadera y una ceja alzada. La camisa se encontraba fuera de su lugar al igual que la corbata.

—No quiero hacerlo, Hyung, su madre llegará en cualquier momento —recordó el menor tratando de arreglar su propia ropa que también se encontraba arrugada al igual que su cabello, bufó al sentir los labios hinchados— no ponga esa cara, suficiente tengo con que su padre nos viera en la oficina.

—Es algo natural, estamos casados y recién regrese de Nueva York, no puedo mantener mis manos lejos de ti y todos lo saben —se quejó con molestia.

—Ni yo de usted, Hyung, lo extrañé muchísimo, pero debemos de controlarnos —decía mientras trataba de poner a su esposo presentable.

—Binnie, no me puedes dejar así —se volvió a quejar, aun mientras su esposo hacía el nudo de su corbata y metía la camisa dentro de los pantalones.

—Si puedo, Hyung —se burló con diversión y se dirigió a la cocina para recalentar la cena.

Yeon Jun maldijo por lo bajo y negó con una sonrisa, se dirigió a su chico y con algo de fuerza le dio una nalgada que Soo Bin recibió con sorpresa y un quejido, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Me dolió —un puchero adornaba sus labios y con sus manitas sobaba sus lastimados glúteos.

—Mis pelotas duelen más.

Soo Bin se sonrojó con fuerza y se volteo hacia la estufa para seguir calentando la comida, ignorando al mayor.

Yeon Jun sonrió y se dirigió al Mini friage que tenía en el bar para sacar una botella de vino que fue dejada en la hielerita de metal, le coloco hielos y la dejó en la mesa para dirigirse a ayudar a su esposo en colocar la mesa.

Las cosas habían vuelto a la normalidad al día siguiente de su llegada a Corea, Jung Kook, el entrenador de Soo Bin, había llegado a dar su rutina y se disculpó con ambos por haber olvidado su chaqueta ahí, intuyendo lo que él mayor pensaba, le aclaró que él respetaba muchísimo al rubio.

Aún así, no habían vuelto a mencionar nada sobre aquello, y sinceramente Choi pensaba que realmente no había nada que mencionar, él confiaba en el menor.

La señora Choi llegó puntual, habían acordado cenar con ella, pues la mujer se había encariñado con su yerno y se dedicó a cuidar de él en la ausencia de Yeon Jun.

—El desorden hormonal que me trajo la inyección fue difícil de controlar, aumenté de peso, se me quitó el apetito y me sentía desiquilibrado emocionalmente.

—Por eso recurrimos a las pastillas, y me operaré después de tener un hijo —informó Yeon Jun a su madre.

—Vaya, todos estábamos emocionados en ese entonces con un probable embarazo, pero ustedes de verdad se están cuidando, estoy orgullosa de la decisión que estas tomando acerca de una cirugía, hijo, no cualquier hombre se atreve.

—No quiero que Binnie se pase toda la vida jugando con sus hormonas si yo tengo la solución en mis manos, o en mis testículos mejor dicho.

—¡Hyung!

—Siempre tan educado —dijo sarcasticamente su madre rodando los ojos, acostumbrada a los comentarios vulgares de su hijo— aún así, respeto la decisión de que esperen a tener hijos, sigan disfrutando de su matrimonio, yo me apresuré a traerlos al mundo. Aunque debo de decir que a comparacion de Yeon Jun, el parto de Tae Hyun fue más doloroso —informó la mujer con una mueca —lo bueno de los donceles es que el parto es por medio de cesárea, a pesar que dicen que la cirugía duele, no creo que se compare al dolor de parto natural. Pero debo decir que traer bebés al mundo es uno de los actos más bonitos que se puede tener, fuiste bendecido con ese don, Soo Bin, y me alegra que mi hijo esté con una persona como tú.

La pálida mujer tomó la mano del doncel y le dedicó una maternal sonrisa que hizo derramar unas cuantas lágrimas al menor, no sólo su esposo lo amaba, su familia también lo hacía, sin hacerlo menos por ser lo que era.

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MY MAN -YEONBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora