𝟬𝟳. 𝗖𝗨𝗔𝗥𝗘𝗡𝗧𝗔

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La forma sutil en la que la propia perspectiva puede cambiar, es tan grande como el dolor de la caída

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La forma sutil en la que la propia perspectiva puede cambiar, es tan grande como el dolor de la caída.
Tal vez algo que le agradaba a Javier de Lina, era aquella calidez humana que la envolvía.
Cada noche, o al menos, las que podía, Javier visitaba a esta con la esperanza de tener una plática amena, resultaba que, después de aquel día, Lina había cobrado relevancia en su vida. Había pasado una semana, desde sus encuentros. Javier, para su sorpresa, había dejado de acostarse con mujeres, considerando agradable, visitar a su nueva  ❝ amiga ❞ mientras que Lina, se permitía disfrutar momentos con Javier mientras cuidaba a Paola, algo que sin duda no hacía en mucho tiempo.

— ¿Qué hacemos aquí? — preguntó la chica mientras miraba la oscuridad de la noche, ligeramente adornada de estrellas — ¿Estás planeando asesinarme justo aquí, y ahora?.

Aquello hizo que Javier la mirara por largo rato, sembrando inquietud en Lina. Esta suspiró al escuchar una carcajada por parte del pelinegro.

— No podría matarte — expresó mientras fingía dolor — Eres demasiado linda para ello — aquello tomó por sorpresa a Lina, esta no pudo evitar arrugar la frente ante sus palabras, dejando escapar una risa nerviosa — Supongo que esto nunca lo has hecho con otros — Lina lo miró confundida mientras Javier extendía su mano hacia ella
— ¡Tranquila, no voy a morderte! — mencionó con una sonrisa. La chica negó con la cabeza ante ello mientras lo miraba subir con facilidad al maletero. Ahí comprendió, permitiendo la ayuda del hombre.

— Todo se siente tan tranquilo... — expresó al escuchar el silencio de la ciudad, parecía una locura, que ni siquiera podía pensar cómo el club estaba a reventar, tanto de personas como de ruido mientras que afuera, todo era, pacífico.

— ¿Nunca tienes noches tranquilas? — preguntó Javier con interés. Lina suspiró, dejándose envolver por la suave brisa de la noche.

— Me es más fácil distinguir una noche ajetreada — y claro, la doble vida que llevaba, le consumía tiempo y estabilidad emocional. Cuidarse era sencillo, pero cuidarse de Pablo complicaba todo — supongo que algún día podré experimentarlo.

— Lo experimentarás, conmigo — expresó este convencido. Lina no pudo evitar reír con nerviosismo mientras miraba el cielo nocturno.

Su vista se centró en los pequeños destellos brillantes, las estrellas. Una de entre ellas, brilla sin igual y por solo un momento, Lina deseaba sentirse como una estrella.
Javier miraba atento a Lina, parecía bastante concentrada en lo que pensaba, que consideraba sus palabras de sobra, simplemente se limitó a mirarla, sintiéndose un acosador por no poder apartar la mirada pero había algo en ella que le resultaba tan llamativo,  que le era imposible.

Javier suspiró por unos segundos, sintiendo una extraña sensación  al sentir los dedos de Lina rozar accidentalmente los suyos. Despejó toda idea ❝ absurda ❞ al ver que la chica se mantenía en su misma posición.

— Entonces, ¿cómo sigue Paola? — preguntó este rompiendo el hielo.

— Ha mejorado bastante, la evidencia de golpes ha desaparecido casi completo.

— Lina... sé que no me incumbe, pero... ¿Por qué en las noches te paseas por el club? — preguntó con interés, la chica lo miró por unos momentos.

— Paola — contestó — Paola es como mi familia y prometí cuidarla.

Javier asintió con una sonrisa.

— ¿Cuántos años tienes, Javi? — preguntó la chica de la nada, algo que al pelinegro le resultó intrigante.

Este sacó un cigarrillo, para luego encenderlo y llevárselo a la boca. Dio una larga calada mientras expulsaba el humo con lentitud.

— ¿De cuántos parezco? — Preguntó con una sonrisa mientras alzaba una ceja. Lina lo miró de nuevo, la diferencia radicaba en que esta lo miraba de una manera diferente.

— No lo sé... luces joven — mencionó antes de tomar el cigarrillo de las manos de Javier y calar. Javier rió.

— cuarenta — respondió, Lina no pudo evitar mirarlo con expresión sorprendida. Después de aquello, no había algo sensato que pudiera decir Lina.

— Casi cerca... —  mencionó esta — veintiocho.

Javier rió ante ello, centrando su vista en Lina, con rapidez, le quitó el cigarrillo de las manos, a pesar de la protesta de la chica.

Tal vez fue la brisa del viento, que la ráfaga provocó que el cabello de Lina se moviera y revelara un poco de su loción, aquello fue sensible pero agradable para Javier.

Lo suficiente para tenerlo presente en su memoria y recordarlo cuando fuera necesario.
Este al ver a Lina estremecerse ante el frío, se quitó la chaqueta de cuero y envolvió a la chica para proporcionarle algo de calor, sintiendo el aire abrazar su piel.

— ¿Todo bien? — preguntó Lina al verlo con los ojos cerrados. La chica había estado mirándolo y no pudo centrarse en aquel bigote que adornaba su rostro pero en especial, los rosados labios del hombre.

Javier  en ocasiones, se preguntaba por qué habían tantos momentos en donde uno parecía atrapar al otro, hacían la pregunta obligatoria mientras esperaba una respuesta asumida.

— Perfectamente — comentó con una sonrisa, sus dedos golpeaban el maletero, en señal de nerviosismo — Lo siento, Lina...

Aquello hizo que la chica lo mirara confundida, por lo que antes de que pudiera hablar, Javier había tomado su rostro y besado sus labios.

Tal vez era la noche fresca, que le hacía cometer locuras inimaginables pero en el fondo, este deseaba e imploraba sentir sus labios.
La forma de estos eran tan suaves, regordetes pero justo como a él le gustaba. Una de sus manos recorrió el camino desde el cuello hasta la cintura de Lina, apegándola más a él, como si con ello le reafirmara que deseaba su cercanía y anhelaba su tacto.

 Una de sus manos recorrió el camino desde el cuello hasta la cintura de Lina, apegándola más a él, como si con ello le reafirmara que deseaba su cercanía y anhelaba su tacto

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Justo en el daddy yanke de la Catalina.

𝙏𝙃𝙀 𝘿𝙀𝙑𝙄𝙇 ── 𝘑𝘈𝘝𝘐𝘌𝘙 𝘗𝘌Ñ𝘈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora