𝟭𝟯. 𝗖𝗔𝗧𝗔𝗟𝗜𝗡𝗔 𝗚𝗔𝗥𝗖Í𝗔

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Eran alrededor de las seis de la mañana del día siguiente, Javier sintió la incomodidad del frío colarse por su cuerpo, poco a poco comenzó a cobrar conciencia

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Eran alrededor de las seis de la mañana del día siguiente, Javier sintió la incomodidad del frío colarse por su cuerpo, poco a poco comenzó a cobrar conciencia.
Una sonrisa apareció en su rostro recordando lo que había sucedido unas horas atrás, sin embargo, esta se desvaneció al notar la ausencia de Lina.

Este de inmediato se levantó de la cama, tomando su vestimenta en el proceso.
Recorrió todo el departamento, la desesperación se apoderó de su cuerpo.

— Lina — mencionó este con cierto temor, al no obtener respuesta.

El teléfono comenzó a sonar. Este corrió de inmediato para contestar.

— ¡Lina! — pronunció casi a gritos.

— No, Murphy — Javier tragó en seco — ¿Sucede algo? — preguntó este desde la otra línea. El pelinegro centró su atención a la nota que yacía junto al teléfono. Este frunció el ceño antes de tomarlo entre sus manos.

❝ Iré a casa, no te preocupes. Estaré bien. Lina ❞

Aquello se sentía como una punzada en el pecho, su mente comenzaba a distorsionarse ante una amenaza imaginaria.

— ¿Javier? — preguntó Steve. Este pareció recapacitar.

— Lo siento, Lina se fue — confesó.

— ¿Qué?, ¿a dónde? — preguntó el rubio con incertidumbre. Javier suspiró, aunque Steve no estuviera presenta, sabía que Javier se encontraba preocupado.

— Dijo que a casa, Steve. Si algo le sucede, yo...

—  Todo estará bien, Javi. ¿Tienes cómo localizarla? — preguntó Murphy. En ese instante, Javier se sintió estúpido, de la cantidad de veces que había frecuentado a Lina, nunca se tomó el tiempo para pedirle su número, aunque claro, saber dónde vivía era una ventaja pero no era suficiente para este.

— No... — se escuchó un bufido por parte del rubio.

— Bien, en quince minutos pasaré por ti, apresúrate — Javier terminó la llamada, para luego darse una ducha rápida.

Su mente se encontraba aturdida cómo para pensar en todos los eventos que habían ocurrido en los pocos días y la relevancia que Lina comenzaba a tener en su vida. Ni siquiera podía comprender cómo todo parecía apuntarla pero Javier prefería no creer, no habían las suficientes pruebas para incriminarla pero sí casualidades que ocasionaran que esta se encontraba en el ojo del huracán.

Lina parecía alguien pacífica pero podía lucir como un torbellino que arrasaría con todo a su paso.

— ¿Qué sucede? — preguntó Steve al mirarlo tan ansioso — Vamos, hombre, dime qué pasa... Que no sueles ser tan interesado con alguna chica — Javier lo miró a los ojos con seriedad — Dime que no lo has hecho — suplicó. Steve suspiró pesadamente mientras miraba la carretera — Ahora entiendo por qué tanta insistencia — el pelinegro miró hacia la ventana, siendo sincero, le importaba una mierda el paisaje, solo había puesto su atención en ello para no perder la cordura.

— Es aquí... — mencionó, a Steve solo le dio tiempo de parar el auto, antes de que el pelinegro saltara fuera de este. Trotó hacia la puerta mientras Steve lo miraba desde el auto.

Con desesperación tocó la puerta, podía sentir sus latidos avanzar con rapidez, el nerviosismo corriendo por sus venas, tal vez aquello era exagerado, pero lo último que habían vivido no le permitía estar tranquilo.

— ¿Hola? — preguntó Paola al abrir la puerta. Una pizca de esperanza apareció en el rostro de Javier.

— Hola... Lina — la chica lo miró apenada —  Ella no está aquí — confesó. El pecho del pelinegro se contrajo.

— ¿Cómo es posible, sabes dónde se encuentra? — preguntó con desesperación.

— Solo salió, no me dijo a dónde — Javier no pudo evitar suspirar con frustración.

— Javi... — Steve lo llamó, este lo siguió con la mirada y no pudo evitar sentirse aliviado al ver a Lina caminando por la calle, se miraba tan pacífica.

Esta pausó su andar, al mirarlo pero lo que más llamó su atención fue aquel hombre rubio que lo acompañaba.
El nerviosismo se apoderó de su cuerpo, sintiendo la falta de aire en sus pulmones.

— Javi, ¿qué haces aquí? — preguntó confundida, sintiendo la mirada de aquel hombre desconocido.

— Yo... — ni siquiera podía hilar alguna oración coherente. Tal vez, fue su imprudencia y miedo los que actuaron, que no se molestó en razonar lo que hacía, sintiéndose ridículo al verla bien.

— Steve Murphy — se presentó su compañero, tratando de despejar aquel momento bochornoso. Esta asintió antes de tomar su mano en forma de saludo — Lina, ¿cierto? Javier me ha contado mucho sobre ti — esta sonrió levemente, pareciendo le extraño lo que el rubio había comentado  — Peña solo quería asegurarse que estuvieras bien — confesó este, suavizando la situación. Lina miró a Javier con una leve sonrisa — Ya hemos corroborado que se encuentra bien, debemos irnos, ¿no crees, Javier? — preguntó. Este parecía seguir aturdido pero su mente aún se encontraba inquieta, ¿por qué Lina había optado por irse?.

— Sí, claro... — aunque deseara, no podía mantener su mirada lejos de ella, algo que no pasó desapercibido para Steve — ¿Te veré luego? — preguntó con cierta desesperación, Lina miró al suelo unos segundos antes de posar sus ojos en él. Esta asintió con delicadeza, lo cual provocó una sonrisa en Javier — Bien... — mencionó torpemente — Si me necesitas, no dudes en llamarme — este le entregó un trozo de papel con el número de este. Lina asintió con una sonrisa antes de tomarlo en sus manos.

— Gracias... — murmuró, Javier sonrió de vuelta antes de alejarse y caminar hacia el auto. Steve se despidió con la mano de las chicas antes de subirse al auto. Javier la miró por última vez antes de sentir cómo el auto se ponía en marcha y la perdía de vista.

— Ella es linda — mencionó Steve — ruega porque no esté liada con Pablo. Aquello hizo que Javier se tensara. Algo que notó Steve. — Supongo que es momento de llamar  a Carrillo — el pelinegro lo miró — Él nos ayudará a encontrar la información  que necesitamos — Steve detuvo el auto ante el semáforo, mirando a su compañero con aquel rostro que resultaba de la incomodidad — Sé que no lo consideras así. Pero para estar seguros, necesitamos mover las piezas, Javier — El pelinegro pasó sus manos sobre su rostro, tal vez la frustración y aquella duda atormentaban su mente, volviéndolo una tortura — Necesitamos averiguar todo sobre Catalina García.

 Pero para estar seguros, necesitamos mover las piezas, Javier — El pelinegro pasó sus manos sobre su rostro, tal vez la frustración y aquella duda atormentaban su mente, volviéndolo una tortura — Necesitamos averiguar todo sobre Catalina García

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Nota:

A mi se me hacía guapo el Horacio

𝙏𝙃𝙀 𝘿𝙀𝙑𝙄𝙇 ── 𝘑𝘈𝘝𝘐𝘌𝘙 𝘗𝘌Ñ𝘈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora