𝟭𝟲. 𝗕𝗔𝗝𝗢𝗦 𝗜𝗡𝗦𝗧𝗜𝗡𝗧𝗢𝗦

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— ¿Por qué tan sonriente? — preguntó Steve mientras tomaba café

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— ¿Por qué tan sonriente? — preguntó Steve mientras tomaba café. Javier, de inmediato deshizo aquella sonrisa para mantenerse sereno. Sabía que, sí una palabra salía de sus labios, tendría a Steve durante toda la mañana.

— No lo sé, solo presiento que será un buen día — comentó este mientras tomaba algunas carpetas y caminaba hacia su oficina.  Steve no evitó regalarle una mirada confundida pero se había acostumbrado al actuar de Peña, por lo que negó con la cabeza antes de caminar junto con él.

Ambos se detuvieron en seco al mirar al coronel Carrillo, sentado en su oficina. El pelinegro no pudo evitar sentir un escalofrío en su interior. Si carrillo se encontraba ahí, era porque tenía las respuestas que tanto buscaban y que Peña no había conseguido.

El coronel saludó con la cabeza antes de invitarlos a sentarse.
Javier, quien se encontraba estático en su lugar, imaginaba las decenas de situaciones que podrían surgir de aquello.

— Lamento haber tardado tanto — este sacó un folder amarillo, colocandolo sobre el escritorio — Catalina Garcia es muy hábil para esconderse.

Javier tragó en seco.

— ¿Qué has encontrado? — preguntó Steve, mirando de reojo al pelinegro.

— Esto es una mierda — confesó, poniendo ambas manos en el escritorio — No  puede ser posible que una chica como ella, este relacionada con esto — el pecho de Javier pareció comprimirse,  Steve lo miró rápidamente a los ojos mientras este mantenía la mirada en aquel folder — les dije que no era de fiar.

Steve, en un acto de desesperación, tomó el folder, sacando la multitud de fotografías en su interior.
Cada una de ellas, revelando lo que Javier menos pensaba, o al menos, lo que no quería creer.

Mirar la forma en la que Pablo la envolvía en sus brazos, le hacía hervir la sangre pero, sobre todo, la forma tan descarada en que la besaba le provocaba náuseas. Steve solo podía mirar a su compañero, sintiendo lástima por la situación.

— ¿Cómo estás tan seguro de ello? — preguntó estúpidamente mientras Steve lo miraba confundido.

— ¿A caso quieres una fotografía de ellos dos cogiendo? — preguntó el coronel con molestia. Palabras que hicieron que Javier se tensara mientras un escalofrío comenzaba a albergar su cuerpo.

— ¿Por qué tanta molestia, Peña? — preguntó su compañero. Carrillo carcajeó con molestia antes de golpear ambas manos en el escritorio.

— Se la ha cogido, eso es todo — comentó Carrillo mientras señalaba una fotografía donde Javier y Lina se encontraban en una situación comprometedora. Steve miró a Peña, aunque sabía que aquello podía haber sucedido, le sorprendía el hecho de que Carrillo pudiera averiguar tan rápido, todo lo que Peña no había podido, o, querido — Si queremos acabar con Escobar... — este tomó una fotografía de la chica — ella será nuestra principal llave para entrar — mencionó Carrillo sonriendo, antes de colocar dicha fotografía en aquella  pirámide de sospechosos aliados de Pablo.

— ¿Y cómo lo haremos? — preguntó Steve mientras miraba a su compañero apretar los puños con fuerza.

— ¿De algo sirvió que Peña se acostara con ella, no es así? — preguntó al pelinegro. Este tragó en seco. Antes de mirarlos, la decepción era perceptible para ambos hombres, sin embargo, estaban demasiado concentrados en idear el plan como para hacer algún comentario — Vamos a necesitar que te acuestes una vez más con ella, Javier — escuchar la voz de Carrillo comenzó a producirle incomodidad — ¿contamos contigo? — Peña se levantó de su asiento con brusquedad antes de salir de su oficina.

— Lo siento, agente Peña — pronunció una mujer al chocar contra este. Javier la miró fijamente, antes de tomarla del brazo y guiarla a una habitación vacía. Con desesperación, besó a la mujer en los labios, quién en un inicio se encontró confundida pero ante los encantos de este, siguió su andar.
Tal vez Lina había hecho algo con él, que por más de que aquella mujer lo tocara sin remordimiento, no podía sacarsela de la mente. Pero su rabia era más grande que su razón, que decidió perderse entre los labios de aquella mujer.

El enojo invadía su cuerpo, por lo que sus besos, caricias y embestidas se volvían toscas, cosas que a la mujer llevaban al borde de la locura.
Aunque este supiera en el grave error que cometía, no podía evitar desquitar su furia con aquella mujer. Muy poco le importaba su trabajo en esos momentos y muy poco lo que dijeran los demás, solo deseaba algo, disipar el enojo que consumía sus huesos.

— Sin duda es la cosa más estúpida que has hecho,  Javier — mencionó Murphy mientras caminaban fuera del edificio. Peña rodó  los ojos antes de encender un cigarrillo — Tienes suerte de que yo te haya descubierto. Si no fuera por mi, esa mujer y tú, estarían despedidos — tal vez lo que irritaba a Murphy era que Javier no se tomara en serio lo que le indicaban — No me digas, ¿lo hiciste para desquitarte de Lina? — preguntó incrédulo — Es la cosa más estúpida que has hecho. Bueno... segunda. La primera fue acostarte con la amante de Escobar.

Aquello irritó al pelinegro, quien paró en seco al escuchar sus palabras.

— No vuelvas a referirte de ella de esa manera —  Steve lo miró con seriedad.

— ¿Estás consciente de lo que haces, Javier?
— preguntó este — Esa chica mintió sobre el paradero de Pablo.

— Nunca se lo pregunté — contestó.

— ¿Y qué estuviste haciendo durante todo ese tiempo? — preguntó enojado Steve — ¿Qué, revolcarte con ella? — el rubio rió, lo que propició que Javier se abalanzara sobre este e iniciaran una pelea.

Aquella riña parecía no tener fin, ambos sujetos se golpeaban adrede, en especial el pelinegro, quien había lastimado considerablemente el rostro de Steve.

— ¿Qué mierda hacen? — preguntó Carrillo mientras los separaban — ¿A caso quieren que los supendan? — Steve miraba a Peña, quien se encontraba agitado y aún con furia
— ¡Maldita sea! No nos podemos dar el lujo de eso, cabrones.

El rubio secó la sangre esparcida en su labio, sintiendo un leve dolor ante el tacto.

— Arreglen sus malditas diferencias. Que tenemos a gente por capturar y no van a arruinarlo.

Este se fue sin más, dejando a Steve y Javier en silencio. La incomodidad era evidente.

— Sabes que tengo razón — pronunció el rubio — interpusiste el deseo sobre la misión. Y ahora... te encuentras entre la espada y la pared — este se acarició la mejilla adolorida — No te juzgo, pero tienes qué escoger, la chica o tu trabajo. Lamento que no te quede mucho tiempo... — sin más, este se alejó, dejando al pelinegro solo, Javier no pudo evitar sentir aquella presión en el pecho, comenzar a intensificar con el paso de los minutos.

 — sin más, este se alejó, dejando al pelinegro solo, Javier no pudo evitar sentir aquella presión en el pecho, comenzar a intensificar con el paso de los minutos

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𝙏𝙃𝙀 𝘿𝙀𝙑𝙄𝙇 ── 𝘑𝘈𝘝𝘐𝘌𝘙 𝘗𝘌Ñ𝘈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora