𝙏𝙃𝙀 𝘿𝙀𝙑𝙄𝙇 ── 𝘑𝘈𝘝𝘐𝘌𝘙 𝘗𝘌Ñ𝘈

𝟭𝟴. 𝗟𝗢 𝗦𝗜𝗘𝗡𝗧𝗢, 𝗟𝗜𝗡𝗔

Era de madrugada y Lina aún no podía pegar los ojos. Intentando despejar sus pensamientos, decidió tomar una ducha. Sentía el agua rodear su cuerpo pero aquello solo propiciara el malestar interior.
Como remedio, decidió hundirse en el agua, intentando que su cuerpo consiguiera esa calma que tanto deseaba. Las sensaciones recorrían su cuerpo, desde la tensión hasta el miedo.
La falta de aire comenzaba a evidenciarse y aunque Lina deseara salir a la superficie, no podía, como si un peso mayor al de ella, se lo impidiera.
Intentó conservar la calma.
De la nada, los recuerdos de aquel día se hacían presentes y la agonía arrasaba en su interior.

La forma tan cruel en la que Pablo había arrasado con su vida, era el recuerdo del precio que su familia tuvo que pagar.
Por lo que, la imagen tan fría y violenta en la que sus padres y hermana murieron, se repetía y otra vez, como un ciclo sin fin.
Esta pegó un grito desgarrador, que la misma agua silencio. Como si aquello fuera el remedio que tanto anhelaba para conseguir algo de paz.

Con el paso del tiempo, la ausencia de aire era más evidente, su cuerpo parecía no responder. Y para tal punto, Lina consideraba aquello como su única solución.

¿Cuántas veces había deseado un poco de paz?, ¿cuántas veces había intentado arrebatarse la vida?
Tal vez, la solución para su problema, era aquello, no la muerte de Pablo, si no la suya, ¿pero estaba dispuesta? Permitir que este fuera el responsable solo sería el menor problema de Pablo, este seguiría como si nada, inmune y viviendo una vida, de todas las que había arrebatado. ¿O tal vez solo deseaba que este pagara por cada cosa que había hecho? Solo deseaba vengarse por la muerte de su familia.

Esta de inmediato salió del agua,  pegando un grito al sentir el aire inundar sus pulmones. Podía sentir la agitación en su pecho, la vulnerabilidad arribando en su interior y sintiéndose culpable. Y esa era la cuestión, que por más que Lina intentara arrebatarse la vida, algo se lo impedía.
Secó su cuerpo con calma mientras se miraba en el espejo. Las malas noches comenzaban a pasarle factura.

Su mente estaba tan dispersa, que ni siquiera se dio cuenta en qué momento se encontraba en su cama, como si su cuerpo actuara en automático. Suspiró pesadamente antes de mirar el reloj, cuatro de la mañana.