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El sábado había llegado, la chica podía sentir el calor de la luz pegar contra su piel.
— Hola, cariño... — murmuró Javier acariciando suavemente su espalda — ¿Sabes...? — una sonrisa apareció en su rostro — despertar cada mañana se ha vuelto mi hábito favorito.
— ¿Por qué? — preguntó la pelinegra confundida mientras lo miraba a los ojos.
Este posó la mano libre en su rostro, alejando un mechón de cabello.
— Porque eres todo lo que necesito para comenzar bien mi día... — aquello provocó que Lina se ruborizara mientras este besaba su frente. La proximidad de sus cuerpos permitió que este se posicionara encima de la chica, quien con una sonrisa, se acercó a Javier para besarlo — aunque sin duda me encanta esto. Tenemos que levantarnos de la cama — Lina suspiró derrotada. El pelinegro no pudo evitar sentir emoción al ver cómo la chica parecía acoplarse a su nueva vida.
Javier se levantó de la cama, ayudando a Lina en el proceso.
— Luces tan linda cuando sonríes — confesó, tomándola desprevenida.
Luego de aquella cena, ambos habían decidido dar un paseo antes de volver a casa y Javier se sentía agradecido, deseaba que Lina lo conociera por quien realmente era.
— ¿Qué haces? — Preguntó este mientras abrazaba a la chica por la cintura. Esta no pudo evitar reír ante la sensación — ¡Oh, no me digas! — comentó con una expresión de satisfacción.
— Tengo que confesar que no soy la mejor. O bueno, no recuerdo si soy buena cocinando pero hice lo mejor.
— Tendré que probarlo para comprobarlo — respondió besando su mejilla, dejando gotas de agua en la mejilla de la chica, ante su cabello húmedo — luce muy bien... — comentó mientras inspeccionaba — tiene un aroma agradable... — la tonalidad en su voz, hizo que Lina riera a carcajadas — Puedo apostar que será todo un éxito.
El rostro de Lina se había contraído tantas veces ante los comentarios de Javier.
— ¿Seguro que quieres probarlo? — preguntó esta con media sonrisa.
