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— ¿Lina, te encuentras bien? — preguntó Paola al verla distraída. Esta asintió con una leve sonrisa.
— ¿A dónde irás? — preguntó la pelinegra al ver las maletas de la chica.
— Luego de lo que sucedió, hablé con mi familia. Así que regresaré con ellos — Lina sonrió ante ello — Lo siento, Lina.
Esta negó con la cabeza mientras se acercaba a ella y la envolvía en sus brazos.
— No tienes por qué disculparte — confesó — creo que es lo mejor para ti. Aunque sin duda, te extrañaré... — Paola sonrió —siempre fuiste como una hermana para mi y si necesitas algo, no dudes en llamar.
— No quería irme. Pero sé que Javier estará cerca — la pelinegra no pudo evitar sentir algo en su interior al escuchar su nombre — Te voy a extrañar, Lina...
Esta terminó el abrazo antes de dejarla partir. Lina la miró con el semblante entristecido. Sintiendo cómo una parte de su alma parecía quebrarse, más de lo que ya estaba.
En cuestión de segundos, la soledad invadió su hogar. Ni siquiera podía pensar en la ausencia que le producía, cuán solitaria se había convertido.
— ¿Qué es lo qué más deseas, cariño? —preguntó su madre con una sonrisa.
— El mundo entero — confesó con confianza, una Lina de dieciseis años.
Su madre rió ante ello.
— ¿Y cómo piensas lograrlo? — preguntó con intriga. Mientras acariciaba su cabello.
— Haré lo que sea necesario para conseguirlo.
— Quiero que comprendas algo, cariño — su madre la obligó a mirarla — A veces el mundo no está preparado para personas como tú. Por lo que habrán otras que harán lo posible para que no lo logres.
