𝟭𝟬. 𝗘𝗟 𝗣𝗔𝗖𝗧𝗢

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Eran alrededor de las tres de la mañana cuando el teléfono de Javier comenzó a sonar con mucha insistencia

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Eran alrededor de las tres de la mañana cuando el teléfono de Javier comenzó a sonar con mucha insistencia. Este, aún adormilado, se tocó el rostro para despejar el sueño.

— Peña... — murmuró antes de bostezar.

— ¡Maldita sea, hasta ahora contestas! — la voz de Murphy fue lo suficientemente alta, sin embargo, le extrañó la molestia en el tono.

— ¿Qué pasa? — preguntó acariciándose la cien.

— Han encontrado a una chica... — el silencio de Murphy comenzaba a volverlo impaciente — Y por la descripción, podría tratarse de Catalina García, te veo en el hospital — aquello hizo que este se levantara con rapidez de la cama.

Sintiendo una gran presión en el pecho, de solo imaginar que algo le había sucedido a Lina.
Tomó su auto, y con descuido, manejaba por las calles de Colombia, agradecía porque ningún carro transitaba pero nada de ello parecía importarle, lo único que deseaba era saber que Lina se encontraba bien.

— Todo parece indicar que la drogaron. Le han hecho un lavado para quitar todo rastro
— Peña no pudo evitar contener la respiración — Hay múltiples marcas en el cuerpo, hematomas que tardarán un poco en sanar — comentó Steve mientras extendía un café hacia el pelinegro.

Peña no pudo evitar sentirse impotente, sabía que ella se encontraba a metros de distancia, por lo que las ganas de verla, invadían todo su cuerpo.

—  ¿Quién puede ser tan inhumano para hacer aquello? — preguntó Javier con furia.

— Ambos sabemos quién lo hizo, Javi. Debemos encontrar las pruebas. Todo sería más fácil si hay pruebas en su contra, y ella, sin duda es la pieza clave.

El pelinegro miró a Steve por un largo momento antes de asentir. Aquella presión se mantenía en su pecho, lo suficiente como para querer arrancarselo de la piel.
El rubio acarició su espalda en señal de apoyo, Javier dio un largo suspiro.
Ante la angustia de su compañero,  Steve habló.

— Ve... yo te espero aquí — Peña lo miró con una sonrisa falsa antes de levantarse de su asiento y caminar hacia la habitación.

No pudo evitar sentir escalofríos al entrar. Mirarla tan vulnerable, con visibles rastros de violencia, removieron algo en el interior de Javier. Este con sumo cuidado acarició su rostro, tratando de encontrar las palabras adecuadas para lo que sentía pero lo único que sentía era ira. Podía sentir cada centímetro de su cuerpo invadiéndose de profundo y puro enojo.

— Te prometo, Lina. Que todo mejorará — murmuró mientras observaba cada detalle de su rostro —  y no descansaré hasta que esté hecho y que la persona que te hizo esto, pague — tomó con delicadeza su rostro, para atinar una suave beso mientras sujetaba sus manos con delicadeza. No pudo evitar sonreír tristemente por la situación. Dándose cuenta, que Lina, incluso ante la situación, podía lucir tan pacífica.

Javier miró la habitación, nunca pensó que de nuevo se encontraría en el hospital. Miró su reloj, este marcaban las cuatro de la mañana, había pasado media hora desde su llegada, por lo que se acomodó en el sillón para tratar de descansar. Lo que le reconfortaba era que si algo sucedía, él se encontraba ahí.

El pelinegro miraba hacia el techo, escuchando el leve sonido de las máquinas, sin dejar de pensar en aquel roce de labios.
La forma tan sutil en que ambos se habían besado aquella noche, hablaba mucho de lo que parecían sentir. Lo cual le provocaba un remolino en su interior. Pero no podía evitar sentirse mal por pensar en aquello cuando Lina se encontraba inestable.

SÍ DICES A ALGUIEN SOBRE ESTO... ME ENCARGARÉ DE ARRANCARTE CADA DEDO, ¿está claro? — preguntó Pablo con furia.
Lina no pudo evitar escupir una considerable cantidad de sangre — ¿QUEDO CLARO? — Gritó de nuevo, tomándola del cabello. Lina rió, tal vez por los severos golpes en su cuerpo o por la cantidad de droga que le proporcionaron.

Claro, Pablo... — murmuró torpemente.
Este la soltó bruscamente, logrando que su cuerpo se estrellara contra el piso.

  Mi Lina, solo deseo lo mejor para usted —confesó Pablo. Lina comenzaba a perder la conciencia, sintiendo cómo Escobar parecía tocar su cuerpo a merced, de una forma tan cruel y descarada — Déjenme a solas con ella... — mencionó este a sus hombres — Quiero divertirme un rato. Ya no dará tanto problema...

Un inmenso ardor se apoderó del cuerpo de Lina, provocando que esta pegara un gritó, logrando despertar a Javier.

Este, asustado, corrió hacia la chica, quien parecía entrar en una crisis.
Las lágrimas y la falta de aire dificultaban que Lina se repusiera. Javier llamó a los enfermeros de inmediato, sintiendo la impotencia por no poder ayudarla.

— Lina... — murmuró este tomándola de las manos, la chica parecía no reaccionar mientras continuaba desmoronándose frente a Javier. Este simplemente tomó su rostro, acariciando con lentitud — Lina... escúchame, por favor, Lina — la puerta se abrió con rapidez, dejando ver a tres enfermeros correr hacia ella, el médico  pidió a Javier retirarse, este a pesar de no desearlo, accedió.

Steve corrió hacia su compañero, quien se encontraba de cuclillas con la cabeza escondida. El rubio ni siquiera tenía las palabras necesarias para consolarlo, aunque reflexionando, toda esa barbería de palabras no sería necesario, ambos sabían  cuán grave era la situación. Al menos, tenían  esa pequeña luz al final del túnel.

Toda la escoria de Pablo comenzaba a salir de las alcantarillas, manchando las calles y vidas de los colombianos, a su paso.

El único error de Escobar fue no matar a Catalina cuando tuvo la oportunidad.

Tal vez, Lina no era tan fuerte como ella pensaba. Y solo tal vez, todo el daño que Pablo le había ocasionado, comenzaba a pasarle factura.

Porque ella sería su tumba.

Porque ella sería su tumba

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𝙏𝙃𝙀 𝘿𝙀𝙑𝙄𝙇 ── 𝘑𝘈𝘝𝘐𝘌𝘙 𝘗𝘌Ñ𝘈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora