Gatos

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Yoichi acariciaba a su adorable gatito blanco con un par de destellos amarillos esparcidos por su cuerpo.

El minino ronroneó con las caricias de su dueño, levantando la cola mientras le daba topes al brazo del de cabellos marrones.

—Eres tan adorable, Mika —sonrió el chico, viendo a su gatito retorcerse, y sabiendo que era su forma de manipularlo para que no le dejara fuera de casa—. Pero ya es de noche, así que ya sabes que tienes que ir a dormir afuera.

Mika continuó restregando su rostro en su dueño como si nada pasara, pero Yoichi lo tomó del abdomen, llevándolo mientras lo acomodaba en sus brazos hacia el patio, en donde lo dejó luego de asegurarse de que su plato de comida y bebida se encontrara lleno, así como su arenero limpio.

—Buenas noches, Mika —sonrió el chico, cerrando la puerta.

—Meow~

Mika esperó un rato a que su dueño se alejara, mientras se recostaba mirando su comida con furia.

—Humph, ese humano, ¿Qué se cree, sacándome así de mi propio hogar todas las noches? ¡Por esa razón es que rompí su taza de anime favorita hace dos semanas! Pero ya verá, me las pagará, tengo en la mira esa caja mágica color gris que siempre le hipnotiza durante horas —se quejó el minino, seguro de romper la computadora de su dueño en cuanto tuviera la oportunidad.

Sus pensamientos antes de dormir se vieron interrumpidos cuando escuchó el crujido de una rama cerca del lugar, así que se levantó mientras se paraba en una posición de guardia, prestando atención al ambiente.

Escuchó las pequeñas pisadas de un animal corriendo por allí hasta que de repente vio una mancha negra brincar por el techo de su hogar.

—Oh...

De pronto, sus ojos se abrieron de par en par con evidente sorpresa en cuanto vio a un felino negro con preciosos ojos verdes comenzar a lamer su pelaje brillante en el techo.

Mikaela brincó a su pequeña casita de madera con el techo rojo, para luego pasar al bote de basura verde con tapa negra que era más grande, y luego saltó al árbol del patio, continuando su camino hasta llegar al gatito negro que le miró del mismo modo que hace un momento él lo había hecho.

—Hola —saludó Mikalea—. ¿Cuál es tu nombre?, ¿Qué haces por aquí? —pidió saber, moviendo su patita izquierda de forma circular dando un toque de coquetería que no había pasado desapercibido por Yuu.

—Hola —sonrió el felino—. Soy Yuu, un gusto en conocerte. Estaba cazando un ratón por aquí, y de casualidad llegué a esta casa.

Yuu se acercó al otro hondeando su cola para darle a entender al otro que también estaba coqueteando.

—Todavía tengo hambre, pero esta vez no sé comida, sino de un lindo minino de casa que tiene unos lindos destellos amarillos en su pelaje blanco —sonrió mostrando sus colmillos, dejando a Mikaela sin aliento—. ¿Me permite este honorable felino saber su nombre?

—Soy Mikaela, Yuu-chan. Déjame decirte que es una coincidencia que tengas hambre. ¿Te parece si molestamos a mi humano con ruidos incesantes?

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Yoichi tapó sus oídos con la almohada en cuanto escuchó lo que parecía una pelea de gatos.

Había sacado a Mikaela porque hacía muchos desastres, pero era la primera vez que su gatito tranquilo y tierno hacía tanto ruido en el techo de la casa, como si se estuviera matando con otro minino.

Aunque deseaba ir a ver lo que pasaba, continuó intentando conciliar el sueño, esperando que ese tonto felino se callara de una vez.

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