Rey del baile

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Último año de escuela.

Últimos días donde convivirían con todos sus amigos, harían desatinar a profesores y directivos, no se estresarían tanto por exámenes y tareas pues les esperaban responsabilidades aún mayores, y disfrutarían de tardes libres y días bellos.

Debían admitir que ninguno de los chicos pensaba en que era el último año en el que estarían juntos.

Es verdad que el último año en algunos aspectos no es la gran cosa, sin embargo, cuando la escuela acaba, todo cambia.

No siempre van a las mismas universidades, y las amistades, si bien, no todas se rompen, hay muchas que se pierden y otras tantas que dejan de ser lo mismo.

Además, en muchas ocasiones los horarios no cuadran para verte con tus amigos, y en otras ocasiones, dejas tu ciudad natal e incluso puedes llegar a dejar el país en el que viviste tanto tiempo.

El último año, por eso, es tan importante.

Ahora bien. Es verdad que en Estados Unidos suele haber un rey y una reina en baile institucional.

En la escuela Owari no Seraph, los alumnos decidieron que deseaban algo así, y a mediados del año escolar, empezaron con preparativos y votaciones.

Mikaela se esforzaba mucho haciendo carteles, pancartas, e incluso golosinas para que, no él, sino, su mejor amigo, ganase como rey del baile.

Para el de ojos azules, no había nadie más digno para dicho puesto que Yūichirō.

Vale. Quizá no tenía estupendas calificaciones, pero eso no quería decir que no hubiese aprendido lo que en clases sus profesores mostraban.

A Yuu le encantaban las ciencias. Nadie en su sano juicio creería que era una rama en la que era particularmente bueno, debido a su actitud revoltosa y desinteresada.

Claro, le gustaba el deporte, y un poco la música (sabía leer partituras y tocar el piano, aún si no era tan profesional), sin embargo, con las ciencias, se perdía.

Mikaela admiraba a su mejor amigo. Además de que era muy inteligente, también era bastante social, y un gran jugador de baloncesto.

Por supuesto, no había que olvidar que su desaliñada forma de vestir y su carita de ángel demoníaco, junto a sus hermosos ojos color esmeralda, no hacían más que darle aún más virtudes a los ojos del rubio.

Yuu debía admitir que le causaba gracia el hecho de que el Tepes se tomara tantas molestias en que él ganase.

Sabía muy bien que el rubio también las tenía de ganar; era tan jodidamente guapo, un excelente fotógrafo, dedicado, atento, tierno, y bastante inteligente.

A Yuu no le interesaba en absoluto eso del rey y la reina. Aunque muy dentro de sí deseaba que ganasen su mejor amigo y él. Cosa que era imposible.

Suponía que ganarían Mitsuba o Shinoa. Y, evidentemente, su mejor amigo.

~

Caminaban de regreso a casa con un helado en mano, felices porque ya faltaba poco para que terminasen la torturosa escuela.

—Oye, Mika —empezó Yuu admirando a su mejor amigo.

—¿Mh? —respondió sin despegar su mirada de su helado.

—¿Por qué quieres que yo gane eso del rey del baile?

Mika relamió sus labios cuando el dulce entre sus manos llegó a llenarlo un poco de más y miró a su amigo como si aquella pregunta fuese una obviedad.

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