Avisos

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Por si las dudas (?) este no es un aviso, es un capítulo ¿)

Guren y Shinya siempre habían tenido cercanía física, no obstante, en los últimos días, el azabache no podía estar con Shinya sin sentirse extraño. Intentó aguantar para no herir a quien siempre fue el confidente, amigo, psicólogo, y hasta a veces cocinero desde que tiene memoria.

Sin embargo, Shinya era tan cariñoso, que sentía que pronto explotaría.

Al salir de la universidad, Guren le pidió al albino que le acompañase por un café.

Shinya le pidió que fuese adelantándose porque iría a recoger algunos documentos a la secretaría de la escuela.

Al finalizar, el albino corrió para alcanzar a Guren, y cuando lo vio, apresuró el paso, para cuando estar a centímetros de distancia, abrazarlo, dejando a Guren sentir el aliento de Shinya en su cuello.

El azabache sintió esa emoción extraña emanar de su estómago ante el toque. ¿Qué le pasaba? Admiró a Shinya, y viajó por sus finas facciones a la velocidad de la luz.

Lo apartó con suavidad.

—Esto es un aviso, Shinya. No vuelvas a hacerlo—, volteó la cara avergonzado. Quizás había herido a su amigo, pero no quería hacer algo para arruinar su amistad.

Shinya se alejó varios centímetros, un poco perplejo.

—Lo siento.

Guren asintió sin saber qué decir.

Cuando Guren al fin compró su tan preciado café, ambos se separaron yendo a sus respectivas casas.

~

Guren estaba en la biblioteca, necesitaba investigar un par de cosas en una de las materias que llevaba en su universidad.

Estaba analizando un libro, cuando tapan sus ojos, y susurran un "buu" en su oído.

Su piel no podía mentirle, esas manos tan suaves y finas eran de Shinya, y esa voz aterciopelada no podía ser de nadie más.

El azabache tomó las manos de Shinya, y volteó con tanta velocidad, que casi roza los labios contrarias.

—Shi-Shinya, no lo vuelvas a hacer, hablo en serio. Es un segundo aviso.

El albino logró percatarse del leve sonrojo en Guren, más no dijo nada. De todos modos, su rostro estaba aún peor.

—Lo siento.

~

El albino comenzaba a mantener su distancia con Guren. Le dolía que le alejara, vamos, que siempre se había comportado igual.

De todos modos, prefería acostumbrarse a perder la amistad de Guren. Además, el repentino rechazo le servía para ahogar a las mariposas que vivían en su estómago y revoloteaban cada que estaba el azabache cerca. Odiaba amarlo tanto, y a la vez, no se arrepentía de hacerlo.

Por otro lado, Guren no podía evitar mirar a Shinya cada que se distraía, ¿por qué sentía a su estómago dar vueltas cada que lo admiraba, que lo tocaba, que hablaban? Lo peor de todo es que necesitaba sentirlo. Y, siempre que lo hacía, terminaba alejándolo. Odiaba ser tan inseguro, odiaba no saber lo que sentía.

También detestaba que el albino estuviese alejándose. Sabía que era el causante él mismo, sin embargo, dolía demasiado sentir un cierto rechazo por parte del Hiragui.

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