Físico

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A veces, Yuu odiaba su cabello.

A veces, también le disgustaba tener espinillas, puntos negros, cualquier imperfección.

A veces, se veía en el espejo con un puchero, viendo su delgada figura.

En este momento, Yuu se peinaba, con el ceño fruncido, intentando apaciguar aquel rebelde mechón sobresaliente en su mata de cabellos negros.

Suspiró resignado, yendo a la escuela.

Pensaba en que usar lentes era algo horribe. Odiaba hacerlo. Odiaba su miopía.

Odiaba tener qué usar brákets.

Miró a su mejor amigo, rodeado de chicas y chicos. Odiaba que su mejor amigo fuera tan tierno y llamativo, mientras él era un chiquillo, según sus pensamientos.

Tenían apenas doce años, y Yuu se comenzaba a hacer a la idea de ser reemplazado por algien más en el corazón del rubio. Lo peor de todo, es que odiaba amarlo tanto.

~

Yuu comenzó a salir a correr, todas las noches, hasta que sus pulmones y piernas no dieran más. Llegaba a su casa y hacía una serie de abdominales.

El tiempo pasó, dejó de usar frenillos, pero su timidez seguía en él.

Y a pesar de que ahora tenían dieciséis años, Yuu seguía sintiéndose mal consigo mismo.

Mika maduró, dejando atrás a ese niño tierno, convirtiéndose en un adolescente sexy y fornido, fruto de clases de natación sin descanso.

Yuu no se veía a sí mismo como tal, se rebajaba, porque quería que Mika se fijara en él, siendo que ya lo hacía.

~

—Yuu-chan, ven a mi casa—, pidió un sonriente Mika, percatándose del ánimo de Yuu. Apenas era su primer día de preparatoria y tenía aquel semblante triste.

—No tengo muchas ganas—, suspiró.

—¿Sucede algo?

—No.

—¿Seguro?

—Sí.

—Bueno—, Mika pasó su diestra por el cuello de Yuu, haciendo que el último se sonrojara—. No te quiero presionar, pero sabes que cuentas conmigo para todo.

—Gracias, Mika,— sonrió el azabache.

~

Yuu surcó una sonrisa, verificando sus tantas notificaciones en sus redes sociales.

El ejercicio, y los lentes de contacto, ayudaban mucho.

~

—Y-Yuu...—Llamó Mikaela al azabache, con un nudo en la garganta, esperando que las miradas de los amigos del mencionado, no se posaran en él; para su desgracia, así fue.

El azabache miró a Mikaela. Les dijo a sus amigos que volvía enseguida, y Mikaela junto a él, se alejaron un poco.

—Eh... Bueno, hace tiempo que no salimos, me preguntaba si... Quisieras ir al cine conmigo este fin de semana. ¡Yo invito todo! Las entradas y la comida.

—Lo siento, Mika, pero el fin de semana iré a una fiesta; ¿quieres ir?

Mikaela suspiró. Era eso, o nada. Asintió.

—Genial, ¿paso por ti?

El rubio volvió a asentir.

~

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