Prisión del placer

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—Toma—murmuró aquel joven de cabellera rubia y ojos azules al chico rebelde de cabellos negros entregándole un plato mal lavado con comida casi echada a perder.

El azabache fijó su mirada en Mikaela, le guiñó un ojo y tomó el objeto, rozando la mano del rubio, mandando una descarga eléctrica a ambos.

Aquellos gestos, en tantas semanas en la cárcel se habían hecho una costumbre. Mika le lanzaba besos, Yuu le guiñaba sus ojos, se veían por largos minutos, y cuando se rozaban las manos, por cualquier cosa, sentían que algo especial emanaba de sus pechos.

—Gracias.

Y, es que también solían hablar. A pesar de que Mika tenía que ser estricto, a Yuu le daba ciertos privilegios.

Por ejemplo, cuando comía alguna galleta, y pasaba por su reja, le daba. Cuando lo veía sediento, le compartía un poco de la botella que siempre llevaba consigo. Platicaban cuando Mika no tenía nada qué hacer. Podría ser ridículo, pero ambos se consideraban amigos, amigos con ganas de portarse mal.

~

El turno de trabajo de Mikaela era matutino, en el vespertino había menos policías, porque, vamos, a nadie le gusta desvelarse.

Mika se encontraba revisando a los presos, cuando finalizó decidió ir a charlar un poco con su preso favorito.

—Hey.

Yuu se encontraba haciendo del baño, por muchas cosas malas que hubiese hecho, que Mika le viera le hizo sonrojarse, mientras Mika reía. No había alcanzado a verlo, vamos.

—¿¡No deberías estar trabajando!? —Murmuró avergonzado, subiendo su pantalón en seguida.

—Uh, ya terminé, pequeña colegiala asustadiza

—¡Cállate, idiota!

Sí. Se comportaba como toda una adolescente, pero no le importaba.

Yuu era de los pocos presos que no tenían acompañante, y los policías tenían prohibido entrar con ellos.

Yuu rodó los ojos, pero se acercó a donde el rubio, dejando su rostro lo más fuera que pudiese de las rejas para ver a Mika.

—Eres tan estrezante.

Mika alzó una ceja, prepotente.

—Aún así te has sonrojado con mi presencia.

El azabache intentó hacer una mueca de enfado, e intimidante. Sabía que por su cuerpo no lo era, pero aún así allí estaba su gesto, arruinado por las manchadas mejillas rojas que tenía.

—A cualquiera le avergonzaría que lo vieran desnudo.

—Básicamente no estabas desnudo.

El rubio dejó sus manos encima de las del preso, dejando su rostro a centímetros del de Yuu. Era la primera vez que estaban tan cerca, y si eran sinceros, eso les gustaba.

—¿Me vas a besar o qué? —intentó sonar aburrido Yūichirō, y por suerte el sonrojo había desaparecido. Vamos, él no era tímido. Bueno, no del todo.

Por otra parte, Mikaela se sorprendió, quiso reir incluso de la emoción, aún así tomó las mejillas del azabsche, y unió sus besos. Vaya, sus labios encajaban como piezas de rompecabezas, eran tan suaves y se movían al compás.

—¡Mikaela! —Llamó una voz autoritaria, por suerte, aún lejana a donde estaba el rubio. Ambos entraron en pánico, por lo que Yuu empujó con tanta fuerza que hizo que Mika casi callera, y este se fue a sentar en su cama.

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