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Ambos chicos se encontraban entrando en la casa decorada con telarañas, murciélagos, payasos y otras cosas horribles que el rubio evitaba mirar demasiado.

El hombre en la entrada les había advertido que no se hacían cargo de daños que pudieran llegar a ocurrir dentro del establecimiento, como ataques de pánico u otras reacciones que tenían las personas al entrar a ese lugar.

Al oír las indicaciones y reglas el pelinegro no pudo evitar querer echarse para atrás.

¿Y si Jimin era realmente sensible y le ocurría algo por su culpa? No podría perdonarselo jamás.

— Jimin, no tenemos que entrar si no quieres... — murmuró sintiéndose acobardado.

— No, no te preocupes. — el chico le dedicó una mirada tranquilizadora. — Si estás conmigo no pasará nada, ¿no?

  Lo único que pudo hacer Jungkook fue pedir que dios tenga piedad de él.

 El rubio se acomodó en el asiento esperando que Jungkook y las otras personas lo hagan también, podía sentir sus manos temblar levemente por el nerviosismo y la ansiedad, pero la presencia del chico a su lado lograba apaciguarlo

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El rubio se acomodó en el asiento esperando que Jungkook y las otras personas lo hagan también, podía sentir sus manos temblar levemente por el nerviosismo y la ansiedad, pero la presencia del chico a su lado lograba apaciguarlo.

Su mano se dirigió por inercia al brazo del pelinegro cuando sintió al juego comenzar a moverse, sus dedos se apretaron levemente al rededor del chico antes de darse cuenta de sus acciones, con vergüenza retiró su mano dándole una mirada apenada al mayor.

— Lo siento, me asusté. — susurró.

— No te preocupes, puedes acercarte si sientes mucho miedo. — avisó.

Jimin asintió suavemente diciéndose a sí mismo que no haría eso, era probable que su corazón estalle y no por el miedo, sino por estar cerca del tatuado.

Debía evitar eso.

Pasaron un par de minutos recorriendo habitaciones oscuras y tenebrosas, cuando poco a poco comenzó a escuchar ruidos extraños y terroríficos, como personas llorando y gritando, u onomatopeyas imitando fantasmas y criaturas extrañas. Pronto oyó una musiquita que erizó todos los vellos de su cuerpo.

Era como esas melodías escalofriantes que usaban en las películas de terror, la misma que tenían las cajitas de música. Ambos vieron una sombra cruzar rápidamente unos pasos más adelante, cuando una voz aguda se escuchó por los parlantes del lugar, sobresaltando al rubio.

— Lamentamos informar que nuestro vehículo se ha averiado a mitad de camino, tendrán que bajar y seguir a pie. — la voz sonaba tal y como las radios antiguas, sonaba distorsionada y entrecortada.

Todo era parte del show.

Una ovación de quejas llenó el lugar, las personas comenzaron a abandonar el carrito que, contrario a lo que dijeron anteriormente, volvió a moverse para retirarse del lugar.

— Por favor, sigan las indicaciones de los carteles para llegar a salvo hasta su destino. — volvió a hablar la misma voz. — Si usan la valentía y deciden ignorar las indicaciones, les deseamos que la suerte los acompañe.

Jungkook miró al rubio y este negó rápidamente, no pudo evitar soltar una risita, ganándose un golpe de parte del más bajo.

— Vamos que recién estamos a mitad de camino y ya quiero salir de aquí. — susurró comenzando a caminar solo.

Grave error.

Un maniquí disfrazado de payaso salió de una pared, justo en frente del rubio, el cual soltó un grito ahogado y corrió rápidamente en dirección a Jungkook, escondiéndose en su pecho.

Oyó a un par de personas reír divertidas, lo cual logró calmarle lo suficientemente como para poder darse cuenta de que su rostro estaba oculto en los fuertes pectorales del pelinegro.

— Ya, solo es un maniquí. — lo oyó murmurar en su oído.

Oh, dios. Si seguía así su muerte sería segura.

El pelinegro le sonrió de forma tranquilizadora al bajito antes de bajar tímidamente su mano para entrelazarla con la ajena. Jimin sintió su corazón latir un poquito más rápido ante esta acción, dando un suave apretón a la mano del tatuado.

Ninguno de los dos volvió a pronunciar algo, simplemente comenzaron a encaminarse a los carteles, siguiendo las direcciones que estos indicaban. Habían personas que decidían ignorarlas e iban hacia el pasillo contrario, el rubio las observaba preguntándose si sentían algo de miedo, era algo que él no haría jamás.

Una risa escalofriante y escandalosa resonó por todo el lugar, luego pudieron ver a un payaso asomarse por una de las puertas, enseñando una enorme y horrible sonrisa. Jimin apretó fuertemente la mano ajena mientras se abrazaba a su brazo e intentaba ocultarse detrás del chico.

En otras circunstancias la escena sería tierna, pero en ese momento daba miedo.

Jungkook siguió caminando mientras intentaba mantener la calma para no alterar más al rubio, se suponía que él debía protegerlo, pero en realidad sentía que iba a orinar en sus pantalones.

Suspiró cuando pasaron por al lado del payaso, este no hizo más que seguirlos todo el tiempo con la mirada sin borrar su sonrisa.

Su paz no duró mucho, pues a lo lejos vio a dos personas, ambas en posiciones algo perturbadoras, ¿cómo podían hacer eso? Ambas estaban paradas en cuatro patas... pero al revés, colgando su cabeza para mostrar un espantoso maquillaje. Lo peor no era eso, sino el hecho de que se acercaban a algunas personas que intentaban cruzar por al lado, tomándolas de las piernas o gritando hacia ellas.

— K-kook, no puedo pasar por ahí. — tartamudeó el rubio viendo desde lejos.

El tatuado se mordió las uñas debatiendo qué debía hacer, estaban casi llegando a la salida, no podía echarse hacia atrás.

— Ven. — susurró apartando su mano de la del rubio.

— ¿Qué? — preguntó este confundido.

— Te cargaré.

El rostro de Jimin era un poema.

— No, n-no tienes que hacer eso. — negó nervioso.

— No me hagas cargarte a la fuerza. — sonrió.

Él también sentía miedo, pero haría lo que fuera por el más bajito. Además se tranquilizaba pensando en el hecho de que eran solo actores, personas con maquillaje, personas igual que él.

Jimin se acercó tímidamente al pelinegro, dando un saltito para envolver sus piernas en la cadera ajena, este rápidamente lo tomó y unió sus brazos por debajo de sus muslos para sostenerlo mejor.

El rubio no pudo evitar soltar un pequeño suspiro al esconderse en el cuello ajeno, inhalando un dulce y suave aroma. Sus brazos se envolvieron al rededor del tatuado, como si estuvieran dándose un abrazo.

Un último suspiro escapó del labio del pelinegro antes de comenzar a caminar. Cuando las personas maquilladas vieron a ese chico tatuado caminar mientras llevaba a un muchacho colgado cual koala en su cuello no pudieron evitar sonreír y dedicarse una mirada entre ellas, inmediatamente se abrieron camino para dejar al pelinegro pasar sin complicarle la vida, lo cual agradeció inmensamente en su interior.

Si embargo, el rubio pareció no notar tal acto, pues seguía oculto en el hueco del cuello ajeno, cerrando sus ojos fuertemente. Jungkook decidió no interrumpirlo, sino todo lo contrario.

— Puedes quedarte ahí hasta que lleguemos a la salida. — ofreció suavemente, sintiendo al rubio asentir eufóricamente sin retirarse de su lugar.

  Al final la idea no había resultado tan mal.





[...]

Uhm...

Letters • kookmin auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora