🪷 𝕾𝖆𝖓𝖉𝖞 🪷

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En la casa de mi abuela, ia ia oh
Se agarraron por la herencia, ia ia oh

México machacaba verduras cocidas en un molcajete mientras cantaba. Ya habían vuelto a su país, llevaban casi una semana desde su viaje a Moscu y él estaba particularmente emocionado de volver a preparar platillos para Rusia, quién en ese momento no estaba en casa. Había salido a hacer unos mandados, o al menos eso le había dicho al moreno.

Últimamente el mexicano no estaba pensando con claridad, estaba algo fuera de sus casillas a su parecer. No podía dejar de pensar en esa bella y blanca sonrisa. En sus azules ojos claros como el cielo despejado por la mañana. Su blanca suave y delicada piel de porcelana, que la sentía sedosa al tacto. Sus labios rosas delgados pero esponjosos a la vez, estaba sediento de probarlos. Aquellas suaves y tiernas mejillas que se pintaban de rosa cada que hacía calor, que México le avergonzaba o cuando ambos juntaban sus manos. Su largo rubio sedoso y perfecto cabello, realizaba su belleza. Sus suaves y tersas manos, tan pequeñas y delicadas, parecían fragmentos de cristal que podían dañarse fácilmente si no las trataba con cuidado.

Terminó aplastandose el pulgar accidentalmente con el molcajete, pegando un chillido de dolor. Se metió el pulgar a la boca maldiciendo por lo bajo. Había estado tan sumergido en sus pensamientos que no se había dado cuenta. Pero es que, carajo, ¿cómo no caer rendido ante sus pies?

—México.

—¡Ah! ¡Nada! —se sonrojo—. Es decir, ¿tú por qué pensabas en Ana? ¿Qué hacías distraído? Perdón, quise decir...

Andrés Manuel únicamente se detuvo bajo el marco de la puerta que dividía la estancia de la cocina. Sostenía una empanada en una mano y la otra posaba en su cadera. México rió nervioso.

—Yo sé que a veces la gente me dice que estoy loco, que soy muy viejo o que hablo solo —le dio un mordisco a su empanada de fresa—. ¿Pero acabas de confesarme tu amor por la rusa?

—Eh... Qué gracioso eres, ¿por qué me enamoraría de ella? Ni siquiera la conozco lo suficientemente bien —volvió a reír nerviosamente.

—México, a mi no me engañas —el contrario se volteo hacia su molcajete en un intento de esconder su sonrojo—. ¿O ya olvidaste lo que pasó con...?

—No me lo recuerdes.

—Vamos, no fue tan malo —le dio unas palmadas en la espalda.

—Pero aún duele —México sirvió la salsa que acababa de preparar en un plato—. Es sólo que... Ella lo era todo, era perfecta.

—Pero ella ya no está —aquello no hizo más que provocar una mueca de desagrado en el mexicano—. Y la vida sigue, ¿comprendes?

—Si, si... La vida sigue —comenzó a picar algunas naranjas para hacer un agua—. Es sólo que si tuviera el poder de detener el tiempo, yo me habría quedado a su lado. Y habría evitado ser el idiota que terminó arruinando todo.

—Hijo...

—Debe admitirlo, señor —dejó el cuchillo sobre la mesa, mirando a su presidente—. Fui un completo imbécil.

—No, hijo —parecía un padre—. Sólo lo vió comprometido en la situación equivocada en el momento equivocado.

—Canadá no merecía eso —miraba tristemente una de las naranjas que aún no había picado—. Si tan sólo... Si tan sólo USA no me hubiera tendido esa trampa, ahora mismo yo estaría casado con ella.

—Usted mismo sabe lo celoso que puede ser USA, si algo no se hace a su modo el va a intervenir para arreglarlo.

—Lo sé. Y créame que también sé lo mucho que le desagradaba que su hermana estuviera casada con alguien como... Con alguien como yo...

Женщины (RusMex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora