🪷 𝕯𝖊𝖘𝖈𝖎𝖋𝖗𝖆𝖒𝖊 🪷

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El frío anunciaba la cercanía de diciembre, de sus gelidos inviernos. México cubría su piel bajo un suéter de lana. Rusia estaba frente a él con un vestido de mangas cortas. Se encontraban en un café sentados en una de las mesas en el interior. La decoración en colores pastel recordaba el rococó y le daba un toque romántico al lugar.

—Una malteada de fresa —el mesero se acercó a la mesa de ambos, sirviéndole la bebida a Rusia—. Y un americano.

Colocó la taza de café frente a él moreno antes de retirarse. México no podía evitar admirar los ojos celestes de Rusia, quién ya era todo un experto en maquillarse y hacerlos lucir todavía mejor.

—¿Qué te sucede? —Rusia le sonreía ante la mirada boba del mexicano.

—Nada, supongo que estoy teniendo un dejavú —no quería confesar completamente que se sentía en un sueño.

—¿Cómo está tu café?

—Exquisito, ¿qué me dices de tu malteada? Apuesto a que está deliciosa.

—Pues no te equivocas.

Un pequeño sonrojo asomaba por las mejillas de Rusia. También se sentía como dentro de un sueño. Pero dentro de un sueño del que temía despertar.

—¿Cómo te ha ido en la búsqueda de Rusia? —intentaba sacar un tema de conversación.

—Al diablo Rusia, no quiero hablar de él en estos momentos —dio un sorbo a su café—. Me he metido en un lío enorme por su culpa.

—Ya veo —pasó saliva con nerviosismo.

—Ese maldito 1 de junio —apretaba sus labios—. Ya no sé si realmente está desaparecido o simplemente está vengandose por lo ocurrido aquel día, salió muy molesto de esa marcha.

—Lo sé —ya no le gustaba recordar su pasado—. Cambiando un poco el tema, ¿cómo te sientes tu respecto a eso? ¿Respecto a la comunidad LGBT+?

Hubo un pequeño silencio. ¿La había cagado? México tomo uno de los panes de la canasta del centro partiendolo por la mitad, dándose cuenta de que por dentro había chocolate. Respiró hondo.

—Es algo difícil —miró a los ojos a Rusia—. Supongo que has de saber que me conocen por ser un país machista. Con roles de géneros muy marcados. Ha costado mucho sacar ese estigma de mi país, aún hoy en día sigo viendo esos roles de género en muchas de mis ciudades y comunidades. Sin embargo, yo como representante los apoyo, y a la vez intento que mi pueblo también los apoye. No ha sido fácil, definitivamente me llevará mucho tiempo, pero estoy encantado de seguir ese proceso de cerca.

—¿O sea que contigo una persona puede ser homosexual sin sentir miedo de serlo? —abría su boca con asombro—. Vaya, vieras que en mi país los castigan con prisión, golpes y hasta con la muerte.

—Pues... No creas que aquí no es así —su voz denotaba tristeza—. Me avergüenzo de decirte esto pero mi gente aún no está preparada para muchos miembros de esta comunidad. Supongo que por instinto humano: miedo a lo nuevo y diferente. Y me da mucho pesar que tengan que ser así las cosas.

—Oh... —el ambiente se había puesto algo tenso—. ¿Qué opinas de los homosexuales?

—Por favor, Ana, cada quien tiene derecho a amar a la persona que quiera, sea de quién se trate —comenzaba a aligerarse el ambiente—. Cada quien tiene sus gustos. Cómo si habláramos de frutas, a una mujer pueden gustarle mucho las fresas, pero a otra pueden gustarle las fresas, las manzanas y hasta las naranjas. Y no por eso está enferma o mal de la cabeza, cada quien se come lo que quiera comerse.

Soltó unas ligeras risas por el doble sentido de lo que acababa de decir. Rusia simplemente esbosó una pequeña sonrisa, batiendo su malteada. Estaba feliz de que por lo menos México si apoyara la homosexualidad, bisexualidad y otras orientaciones sexuales. Pero ahora quería hacerle otra pregunta que le daba aún más miedo.

—¿Qué hay de los transexuales?

—Oh, los transexuales —oh, cielos—. Yo los admiro demasiado. Tienen mucho valor y coraje, nervios de acero. La mayoría sabe desde muy joven que no se identifica con el género con el que nació, y no solo luchan para que se respeten sus pronombres, sino que también visten como se sienten más cómodos. Yo en verdad siento genuina admiración por ellos, los adoro.

¿Se estaba haciendo muchas ilusiones? Porque de pronto sentia que México quizás si lo aceptaría tal y como es. Quién sabe, pero hablar con él de ello realmente le reconfortaba. Sentía esperanzas.

—¿Y qué opinan en tu país de los transexuales?

Oh, no.

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La primera vez que vio a México estaba entrando en la última etapa de su niñez. Su madre había fallecido recientemente, a una edad avanzada. Rusia no sentía más que curiosidad por conocer a aquel extraño país que se encontraba del otro lado del océano.

—Greetings, little Russia (Saludos, pequeño Rusia) —extendía su mano hacia la suya.

Rusia pretendía esconderse detrás de su padre por la timidez que le causaba conocer a este nuevo país. Pero claro, debía ser un hombrecito valiente. Extendió su mano hacia la de México quien lo jaló hacia él mismo en un abrazo.

Se inundó en ese aroma a café que desprendía el latino. Abrió grandes sus ojos por la sorpresa de aquel repentino abrazo. Poco a poco cerro sus ojos rodeando también al mexicano.

—Eres tan adorable, campeón —se separó para luego revolver el cabello rubio del más joven—. USSR kept you very well hidden (URSS te mantuvo muy bien oculto)

—You know what they say (Ya sabes lo que dicen) —le regaló una sonrisa al mexicano.

—I brought you something (Te traje algo) —sacó de su abrigo un dulce de tamarindo, pulparindo—. I hope you like it, maybe when you come to visit me... (Espero que te guste, quizás cuando vayan a visitarme...)

—Нет (No) —URSS lo detuvo justo ahí—. Solo yo iré a visitarte a tus tierras. Acepto los regalos que les quieras dar a mis hijos, pero no me atrevo a ponerlos en riesgo exponiendolos al mundo entero.

—Oh, claro, yo entiendo —tomó la mano de Rusia, chica en comparación de la suya quizás por única vez, colocando el dulce en su palma—. I'll bring you more (Luego te traeré más)

—México —lo interrumpió de nuevo el más alto—. Andando.

—Ya voy —URSS si que era un aguafiestas—. Nice to meet you, little one (Un gusto conocerte, pequeño)

Rusia recibió un par de palmadas en la espalda antes de que México se decidiera a marcharse con su padre. El de ojos marrones le guiñó un ojo antes de desaparecer por el marco de la puerta. Sus mejillas se tornaban de un rosa tenue, que intento disimular rápidamente escondiéndose entre su abrigo.

—Это неправильно, это неправильно (Esto está mal, esto está mal) —temia que su padre nuevamente le diera una paliza, recién se había recuperado de la anterior.

Ya le había quedado claro, hombres y hombres no podían estar juntos. No era correcto. Por mucho que le llamara la atención debía evitar que esos pensamientos intensivos invadieran su mente. Debía conocer a una buena mujer, casarse con ella y formar una bella familia para seguir con el legado, tal como su padre.

Pero realmente no podía evitarlo. Se sentía atraído como Eva a la fruta prohibida. Tomó el dulce que le había dado México y lo apretó en su mano, arrepintiendose al instante. Aquel dulce realmente se veía delicioso.

Женщины (RusMex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora