VIII

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«Pequeña fuga en sol menor, BWV 578»

Johann Sebastian Bach

En un despiste de su criada, Jisung solo consiguió escapar de la mansión cuando la luz de la tarde se estaba apagando

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En un despiste de su criada, Jisung solo consiguió escapar de la mansión cuando la luz de la tarde se estaba apagando. Para su desgracia, se había pasado todo el día probándose la ropa que llevaría al funeral de la princesa y escuchando las directrices de sus padres, quienes le recordaban cómo debía comportarse en un evento tan significativo para el reino como ese.

—Saludaremos a los reyes y les darás el pésame —le ordenó su padre—. Y después cerrarás la boca durante todo el día. No quiero ningún escándalo, ¿entendido?

Al ver que no le estaba escuchando, más concentrado en que Suni no le clavara una de las agujas con las que le estaba ajustando los pantalones, Junghoon dio un golpe en la pared que hizo que la niña cayera al suelo. Jisung dejó escapar un gemido de dolor cuando la aguja se incrustó inevitablemente en la piel de su muslo.

—¿Ha quedado entendido, Jisung? —repitió.

Le dio una mano a Suni para ayudar a levantarla y, mientras, le dedicó una mirada de hostilidad a su padre al otro lado de la sala, quien esperaba por su respuesta de brazos cruzados.

A Jisung le importaba más bien poco el funeral del día siguiente. No obstante, se forzó a tragarse el sermón de su padre, agachar la cabeza y no montar una escena. Al menos, no ese día. Desde hacía un par, no le apetecía enfrentarse a sus padres y había estado más tranquilo que de costumbre.

—Entendido —bufó. Junghoon asintió satisfecho y se marchó del cuarto, lo que le permitió soltar un suspiro de alivio.

—No se preocupe, señor Jisung —le dijo Suni. Sus ojitos inocentes lo observaban con preocupación—. Nos han pedido a los sirvientes que acompañemos a la familia Bang. Estaré a su lado durante toda la ceremonia.

Jisung apretó los labios, no muy convencido de qué tan útil podría ser su presencia. Sin embargo, revolvió los cabellos enredados en una coleta de la pequeña criada y trató de esbozar una diminuta sonrisa.

—Gracias, Suni.

Pero, a pesar de que se mostrase preocupada, Suni jamás se podría hacer una idea de lo que le pasaba por la mente a Jisung. Las palabras de Minho habían calado en sus pensamientos más de lo que cualquiera podría haberse esperado. Más de lo que él mismo podría haberse esperado y eso lo ahogaba en una asfixiante inquietud. 

Siempre fue consciente de que la ira y el odio eran sentimientos profundos y peligrosos que anidaban en su corazón, que tergiversaban sus actos y que lo convertían en un hombre imprudente. El peligro siempre estaba ahí, aun cuando Jisung lo ignorase deliberadamente. Sin embargo, desconocía las implicaciones que estos tenían para Minho. Sobre todo, ignoraba qué tan profundas eran las heridas de Minho a causa de esos sentimientos.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora