XIII

304 55 25
                                    

«Valse De Beaufort»

Etienne Balestre

Hyunjin desapareció

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hyunjin desapareció. Después de su visita al castillo, no supo adónde fue o por qué se marchó, ni tampoco volvió a verlo. Ni siquiera se presentó horas más tarde en su balcón, por mucho que Jisung esperara un indicio suyo en el frío de la noche. Tras dos días enteros juntos, Hyunjin desapareció como si Minho nunca le hubiera pedido que se quedase a su lado.

Y, por supuesto, tampoco supo nada de Minho. Ninguno de los dos hizo acto de presencia en su pequeño rincón del mundo y Jisung no sabía qué hacer para encontrarlos.

Pasó un día. Pasaron dos y pasaron tres. Al principio, deseó creer que pronto alguno de los dos lo visitaría. Todas las noches, arrastraba la butaca de su cuarto al balcón y se sentaba a esperar alguna señal, alguna muestra de que no lo habían olvidado. De que esas noches a su lado habían sido igual de importantes para ellos como para él. De que, aunque se hubieran marchado, Jisung seguía presente en sus pensamientos. Pero siempre se quedaba dormido antes de que ocurriera algo.

Pasó una semana, pasaron dos. Cuando estaba a punto de llegar a las tres semanas, el sentimiento de abandono era abrumador. Se había acostumbrado a sus visitas. Por primera vez en su vida, Jisung no pasaba las noches lamentándose en su cuarto, tocándole a la solitaria luna en el cielo, con la única compañía de su violín para consolarlo. Por primera vez, Jisung tenía algo más en lo que pensar aparte de su propia miseria. Tenía a Minho y a Hyunjin, con quienes podía conversar hasta que asomasen los primeros rayos de luz del día, tenía un vínculo con algo que no fuera su instrumento, y ahora eso se había esfumado de la noche a la mañana.

Los echaba de menos. Echaba de menos los ofrecimientos de Hyunjin por una noche a su lado o sus sonrisas burlonas cuando se rehusaba a reconocer en su presencia que sintiera algo por Minho. Echaba de menos negarse a tocar el violín por miedo a que lo dañara o reírse cuando comenzaba a patalear como un niño pequeño por no corresponder a su jugueteo. No pensó que pudiera echar de menos a alguien tan exasperante como Hyunjin, alguien que tanto le había desagradado en un inicio, pero lo cierto es que lo hacía. Y mucho.

Pero, sobre todo, echaba de menos a Minho.

La última vez que lo vio fue en esa noche en la que el cielo se pintó de rojo y la princesa regresó a la vida y, aun así, Jisung podía recordar vívidamente cómo sus manos se adherían a su cuerpo. Cómo sus brazos lo envolvían en un dulce abrazo y sus labios acariciaban su cabello, con la necia ilusión de que sus tímidos besos pudieran protegerlo de cualquier amenaza en el horizonte. Jisung quería volver a sentirlo. Quería que Minho regresara a su balcón y volviera a adorarlo de la misma manera. Quería ser él quien adorase a Minho. Pero, mientras Minho no regresara, tendría que conformarse con el consuelo de sus recuerdos.

Estuvo mucho tiempo preguntándose qué había visto Hyunjin en el castillo para marcharse apresurado, sin siquiera darle una mísera explicación. Sobre todo él, quien no tenía problemas a la hora de aclarar todas las dudas que tenía Jisung acerca de los secretos de los ángeles. Para reaccionar así, lo único que se le ocurrió fue que debía estar relacionado con el misterio de la princesa Sunhee. Al menos, eso fue lo primero que se le pasó por la cabeza.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora