XXI

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«Passacaglia»

Johan Halvorsen / Georg Friedrich Handel

Una semana más tarde, harto de estar encerrado en la casa de Minho, Jisung concluyó que estaba listo para salir al exterior

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Una semana más tarde, harto de estar encerrado en la casa de Minho, Jisung concluyó que estaba listo para salir al exterior.

—Todavía te estás recuperando —Minho se cruzó de brazos delante de la puerta, impidiéndole pasar por la salida principal. Jisung hizo un puchero y le golpeó el antebrazo para tratar de apartarlo, pero no se inmutó. En cambio, frunció aún más las cejas y se pasó la lengua por los labios, dejando escapar un silencioso suspiro de preocupación—. ¿Cómo pretendes andar por Siwoh, si incluso te agota mantenerte en pie durante más de diez minutos?

Casi de manera inmediata, notó el tirón en los muslos que corroboraba su afirmación, reclamándole para que se sentara de nuevo. Hizo una mueca que le hubiera gustado disimular mejor, pero Jisung no estaba dispuesto a ceder.

No es que quisiera volver a la mansión de la familia Bang. Ni en sus peores pesadillas desearía encerrarse en ese lugar por voluntad propia, ahora que había encontrado un lugar seguro en la casa de Minho. Jisung amaba las noches en su compañía. Amaba cómo los brazos en torno a su cuerpo se ajustaban de la forma precisa para arroparlo en un abrazo cálido que despertaba emociones que desconocía, pero que lo hacían adorar cada segundo a su lado. Escondidos tras la puerta cerrada de su habitación, amaba las caricias tímidas que Minho le regalaba sobre la piel oculta, orquestando con sus besos el conjuro que estremecía su alma. Amaba los susurros secretos pegados a su oído, que le juraban un amor que no estaba permitido para los ángeles y que se sentía esencialmente humano.

A lo largo de esa semana, Jisung aprendió muchas facetas que desconocía de Minho. La primera vez que se presentó en su balcón, pensó que era un hombre de llamas ardientes que clamaban peligro, un misterio sobrenatural al que irremediablemente se sintió atraído. No estaba lejos de la realidad, pero Minho era mucho más que eso. Tenía una historia oculta, un lado sensible que se aferraba a Jisung y que lo amaba. Lo amaba de verdad y jamás se imaginó que pudiera sentirse así de amado en compañía de otra persona, que pudiera desear hundirse en los brazos de otro y permanecer ahí para siempre. Sin embargo, Minho hacía realidad cosas que Jisung jamás había contemplado y lo cierto era que, quizás, la música no fuera todo en su vida. Quizás Minho fueran las notas que faltaban en su composición y Jisung quería ser la partitura en la que las plasmara.

Le encantaría quedarse a su lado para siempre, adorado por sus labios y mecido por sus brazos, pero tenía una vida fuera de esas paredes. A medida que pasaban los días y su cuerpo se acomodaba a su nuevo estado, la realidad se abría paso en su mente y le mordisqueaba la conciencia. La decepción de la profesora Lim por haber faltado a sus clases. Su ausencia en la mansión de la familia Bang, imposible de pasar desapercibida. Los posibles rumores de la desaparición de la princesa Sunhee de su encierro en el castillo y la indeleble posibilidad de que la relacionaran con la suya propia. Y, sobre todo, que volvieran a acusarlo de algo de lo que no tenía culpa.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora