XXXI

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«Where Words End»

Robert Gromotka feat. Chiharu Bley

Tras la muerte de Dios, el reino de Elkiia tardó mucho tiempo en recuperarse

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Tras la muerte de Dios, el reino de Elkiia tardó mucho tiempo en recuperarse.

En las calles de la ciudad, se palpaba una constante sensación agria. Una tensión tangible que ralentizaba el tiempo y paralizaba la acción, como un limbo perenne que adormecía la conciencia y sofocaba los sentimientos. El duelo se apropió del aire y nadie se atrevió a alzar la voz por miedo a ofenderlo. Por mucho que pasaran las semanas, ese ambiente no desapareció. Era imposible que lo hiciera. La muerte de Dios había dejado huella en los humanos, quienes, a pesar de no tener conocimiento de la realidad, sabían que algo muy grave había ocurrido.

De hecho, ¿cómo podrían osar recuperarse de una catástrofe como esa? Mucha gente creyó que Elkiia no lo lograría nunca. Aquella noche, no solo había muerto Dios. La tragedia se llevó consigo cientos de almas inocentes, testigos de una traición que se había gestado a sus espaldas. Los pocos humanos supervivientes tuvieron que hacer frente a las migajas que les quedaban, levantar la cabeza y seguir adelante. Recomponer sus penas, olvidar el asesinato que había tenido lugar frente a sus ojos. ¿Y cómo hacerlo, si Dios ya no estaba ahí para robarles los recuerdos y salvarlos?

En el reino de Elkiia, todo el mundo había perdido a alguien en aquella tragedia. Un padre, una hija. Un hermano o incluso un amante, nadie había salido indemne de la traición. Se habían convertido en cautivos del sufrimiento sin ser culpables del terror. No importaba si habían sobrevivido, sus almas estaban ya marcadas y heridas para toda la eternidad. Era imposible recuperarse de una cicatriz de tal calibre, incluso si cerrasen los ojos y pretendiesen actuar como si no hubiera sucedido nada.

Ante el fallecimiento de sus padres en la noche en la que todo ocurrió, Seo Changbin fue coronado rey de Elkiia. Se trató de una ceremonia entre las sombras, pues el ambiente no era propicio para una celebración en condiciones. Acudieron los pocos amigos que conservaba y algún que otro noble que se vio con la fuerza suficiente para asistir. De todas formas, al nuevo rey no le interesaba la coronación. Lo consideraba más un trámite necesario para obtener el poder que le hacía falta para ayudar a su pueblo, ahora que se encontraban solos ante las circunstancias.

En el acto, no hizo presencia nadie procedente de otros reinos. Desde aquella noche, los reinos vecinos cortaron relaciones por miedo a que la tragedia se extendieran a sus territorios. Se acercaban tiempos duros y Changbin lo sabía a la perfección, pero eso no le infundó miedo. En cambio, lo volvió prudente y decidido, dispuesto a entregarse a una causa incierta que atenazaba la subsistencia de su pueblo.

—Haré del reino de Elkiia un lugar digno para vivir —concluyó en su discurso. La corona de su padre le quedaba grande, pues no había habido tiempo para reajustársela. Sujetaba un folio amarillento entre los dedos, aunque le temblaban y, de todas formas, no podía leer las letras por culpa de las lágrimas. Su público, expectante, contuvo la respiración—. El pasado estará siempre tras nuestras espaldas, pero el futuro es un terreno libre en el que construir. Prometo volcar mi vida y reinado en erigirlo. En nombre de Dios... —Se detuvo.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora