X

345 61 30
                                    

«Violin Concerto In E Minor, Op.64, MWV O14 - 1. Allegro molto appassionato»

Felix Mendelssohn

—El alma no puede existir sin su recipiente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—El alma no puede existir sin su recipiente. Es una entidad inmaterial cuya única conexión con el mundo terrenal es el propio cuerpo —dijo Minho—. Cuando un ángel la extrae con la Melodía de la Muerte, es imposible que regrese a él. Esa alma está obligada a reencarnarse, pase lo que pase. Por eso, no puedes tocar esa canción sin criterio alguno. Estarías condenando a almas inocentes cuya hora de reencarnar todavía no ha llegado.

—¿Y qué pasa si un ángel se equivoca? ¿No hay forma de devolverle el alma a alguien?

—Imposible. Los ángeles no se equivocan. Dios se ha asegurado de que el castigo por meter la pata sea lo bastante severo como para que sus ángeles se aseguren de a quién le están extirpando el alma —tras una breve pausa, Minho añadió en un susurro—. Solo alguien consciente de lo que está haciendo se atrevería a llevarse una alma que no le corresponde.

—Por lo que sí que hay alguien a quien no le importan las reglas de Dios —Minho se encogió de hombros. Por supuesto, otro límite que no estaba dispuesto a explicarle. Jisung se reclinó contra la barandilla del balcón y estiró el brazo sobre el pasamanos. Sus dedos tamborilearon el hierro hasta que el ritmo sedujo la mirada de Minho. Se lamió los labios, calculando las palabras más acertadas para hacerle abrir la boca. Ahora que Minho estaba más hablador que de costumbre, debía aprovechar la oportunidad—. ¿Tiene relación con el porqué estabas aquí la noche del asesinato de la princesa Sunhee?

Él sonrió, divertido. Era consciente de lo que pretendía, dedujo, pero no le importó. Con tal de que bailara el mismo vals que él, que se dejara mecer por sus hilos y le ofreciera lo que deseaba, poco le importaba que supiera de sus intenciones. No obstante, Minho también podía jugar a lo mismo. Se inclinó hacia delante, cada vez más y más cerca, hasta que sus cuerpos se rozaron en una tibia caricia. La primera reacción de Jisung fue retroceder, pero estaba aprisionado contra la barandilla y, si daba un paso, caería al jardín de la mansión. Se estremeció. Le fue imposible esquivar sus ojos brillantes y lo único que pudo hacer fue agarrarse de la barandilla. Como si haciéndolo pudiera evitar que su acelerado corazón chillara en voz alta como lo estaba haciendo en ese mismo momento.

—¿Preocupado? —susurró Minho contra sus labios. El aliento le golpeó el rostro y le hizo cosquillas en la piel. Tuvo que tragar saliva antes de atreverse a contestar.

—Para nada. Tan solo mera curiosidad.

—Comprendo —volvió a sonreír. Una sonrisa ladeada que le produjo escalofríos. Jisung se mordió el labio inferior, conteniendo el suspiro quedo que clamaba por salir. Solo cuando Minho se separó unos centímetros de su rostro se permitió coger aire de la forma más discreta que pudo—. Puede ser que tenga relación. La princesa Sunhee no debía morir esa noche, pero es muy tarde para evitarlo.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora