XXIV

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«Concerto n.º 4 en fa menor, Op. 8, RV 297, «L'inverno». I. Allegro non molto»

Antonio Vivaldi

—La cabeza bien alta —ordenó Youngmi

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—La cabeza bien alta —ordenó Youngmi. Los tacones reverberaban contra la tierra del camino y varias criadas le sujetaban la falda del vestido para que no se le manchase. Aun así, no se molestó en girar la cabeza hacia atrás para dirigirse a su hijo al hablar—. Y, sobre todo, que no se te ocurra dignarte a mirarlos. Estás por encima de ellos, demuéstralo con tus acciones como te hemos enseñado.

Chan apretó la mandíbula y emitió un breve suspiro que silbó tras sus dientes. Le echó un vistazo a la señora Kang, a un par de pasos por delante de él y otros tantos detrás de sus padres, quien sacudió la cabeza en señal de negación a modo de advertencia. Contuvo otro suspiro, pues era más sencillo refunfuñar por lo bajo que mantener encerradas las quejas que se amontonaban en su garganta a punto de salir.

Era insólito. Desde siempre, Chan había sido un buen hijo. El heredero que se esperaba de él, cumpliendo todas y cada una de las órdenes de sus padres. Formular una negativa nunca estaba entre sus opciones. Sin embargo, desde lo acontecido con Jisung y las posteriores revueltas a causa de la princesa Sunhee, la chispa de la inconformidad estaba muy presente. Demasiado. Cada frase que salía de la boca de sus padres se transformaba en una nueva gota que colmaba el vaso a punto de derramarse. Era un rasgo de su personalidad que desconocía y que, no obstante, parecía adaptarse muy bien a él.

Sus padres estaban detrás de la revuelta contra la familia real. No tenía pruebas, pero tampoco dudaba de su implicación. Había escuchado retazos de conversaciones que se suponía que debía desconocer y que fundamentaban sus sospechas. Las visitas periódicas del general a cargo de la guardia real, aunque discretas, eran inequívocas. ¿Por qué otro motivo su padre se encerraría en su despacho privado con el hombre que dirigía la insurrección contra la realeza? A pesar de que lo dejasen de lado para asuntos importantes, Chan tenía oídos y capacidad de deducción.

¿En qué momento sus padres decidieron traicionar el longevo acuerdo que habían pactado con la familia real? Lo cierto es que era incapaz de señalar un momento exacto y, aun así, no le sorprendía en absoluto. Con tal de que les ofrecieran un botín más ambicioso, el matrimonio Bang incluso se engañaría entre sí. Cuando comenzaron las revueltas, hicieron una visita reglamentaria al castillo para ofrecerles su apoyo. Colmaron a los reyes de palabras de consuelo y respaldo, una muestra de que, a pesar de la situación actual, su alianza no se había debilitado. Una ordinaria pantomima. Con el paso de los días, Chan se dio cuenta perfectamente de en dónde estaba su lealtad de poca monta.

Ahora bien, ¿qué podía hacer él sabiéndolo, más allá de avisar a Changbin de lo que probablemente pretendía el matrimonio Bang? En el fondo, no dejaba de ser una hipótesis. Una teoría que podría ser errónea, quizás influenciada por la preocupación por su mejor amigo y la inquietud por lo ocurrido con Jisung y Sunhee. No sería de extrañar que Chan se estuviera equivocando. La vocecita al fondo de su cabeza le advertía de que sus especulaciones podrían ser producto de su propia ridiculez y que incriminar a sus padres sin pruebas tangibles perjudicaría más de lo que contribuiría a la causa de su mejor amigo.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora