Epílogo

215 43 10
                                    

«Salut d'Amour, Op. 12»

Edward Elgar

Al igual que las palabras son algo más que significados y que la pintura es algo más que manchas sobre un lienzo, la música también encierra un poder inimaginable

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al igual que las palabras son algo más que significados y que la pintura es algo más que manchas sobre un lienzo, la música también encierra un poder inimaginable. La música es arte, es talento, es pasión. Es dedicarle tu vida y alma a un propósito que solo tú y tu instrumento sois capaces de entender, todo hasta alcanzar la destreza imposible con la que sueñas y transmitir tus propios sentimientos. La música tiene algo que lo hace incomparable a otras formas de expresión y que la convierte en el arte primordial de todas las artes.

¿Qué sería del mundo sin la música? La hipótesis es simplemente inconcebible. No se puede desarraigar al mundo de su esencia, no se le puede extirpar lo que lo hace ser. Arrebatarle la música al mundo sería como arrancarle el alma a un ser humano. Lo transformaría en un ser inerte, vacío, carente de emociones. El mundo no existe sin la música, de la misma manera que la música no existe sin que nosotros la escuchemos.

El violín, por ejemplo. El instrumento más pequeño y agudo de los de su tipo, formado por solo cuatro cuerdas y un mástil sin trastes. El ser humano apresó la música en una débil estructura de madera, tallada con suma delicadeza y decorada con dos largas eses semejantes a nuestros oídos. Cuidar la madera reluciente con la que lo han forjado es fundamental para su subsistencia y necesita de un arco ajeno para poder brillar plenamente.

¿Acaso existe, pues, un instrumento que represente mejor la sutil relación entre alma y cuerpo? Un esqueleto débil que acoge el hogar de notas frágiles y complejas y que, unidas a otras, crean melodías de una belleza incalculable. Quizás su amor por el violín le impidiese ser objetivo al habar del él, pero no podía pensar en ningún otro instrumento que lograse esa misma dualidad. Como cualquier otro músico, su pasión por el violín era eterno y, a pesar de conocer ahora su significado real, ese amor no cambiaría por más que pasara el tiempo.

Sin embargo, la música no son solo notas de acordes sintéticos. Los seres humanos, ilusos, tienen la particular tendencia a creer que la música solo se halla en las partituras y los instrumentos. En los conciertos y en las óperas, en los himnos, en las sinfonías y en las sonatas que ellos han compuesto. Él mismo había cometido ese error, de hecho. Y todo lo contrario. Los músicos sacrifican su vida para perfeccionar su habilidad con un instrumento, ignorantes de que el alma de la música está más cerca de lo que piensan. Las composiciones musicales son inmensamente hermosas, pero la verdadera belleza de la música se enconde muy lejos de aquellas obras artificiales.

El mundo no es música porque toquemos las notas de una partitura, sino porque está presente en nuestro día a día. Es el viento que azota las ramas de los árboles en señal de una tormenta. Es el chapoteo del cauce de los ríos y los peces que agitan sus aletas para nadar contracorriente. Es el crujir de las hojas caídas, es el murmullo de la gente al charlar por las callejuelas del pueblo. Incluso nuestra propia respiración, constante y silenciosa, se convierte en música cuando la escuchamos hablar sin que nos percatemos de cómo suena.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora