XIV

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«Tales of the Magic Tree: IV. Spider Knows His Craft»

Alexander Litvinovsky

Alexander Litvinovsky

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—Me quise morir. Cuando vi que tenía los ojos blancos y que el resto de criados no lo podían ver, quería matarme primero a mí mismo y después a Dios. El único culpable aquí soy yo, el único que se saltó las reglas por enamorarse soy yo. ¿Por qué demonios tenía que convertirlo en uno de sus súbditos?

—Toma.

Minho dejó el vaso de agua delante de Hyunjin, quien lo agarró con las dos manos y lo olisqueó como un perro. Arrugó la nariz cuando distinguió lo que era.

—¿Agua, en serio? Necesito algo más fuerte —se quejó.

Se encogió de hombros mientras arrastraba la silla para sentarse en la mesita de madera del  salón frente a él. No tenía intenciones de darle nada de alcohol. Desde que Hyunjin apareció por la puerta de su casa como si hubieran anunciado el fin del mundo, no había dejado de llorar y gimotear incoherencias que, después de un buen rato, empezaban a rozar lo molesto. Lo único que conseguiría al darle una sola gota de alcohol sería condenarse a tener que aguantarlo el resto de la tarde en esas condiciones.

—Minho —repitió Hyunjin para reclamarle, pero él negó con la cabeza.

—No. Has dejado a Jisung solo y sabes muy bien por qué te pedí que lo vigilaras.

—¿Me estás escuchando? ¡Jeongin estaba en el castillo! ¿Cómo pretendes que me quede a cuidar de tu capricho humano mientras el amor de mi vida está jugando a las cartas de Dios?

—Jisung no es un capricho.

Hyunjin soltó un quejido exasperado. Se bebió el vaso de agua de un solo trago y golpeó con él la superficie de madera, tan fuerte que podría haberlo roto del impacto. Por un instante, Minho dudó de si realmente había vertido agua en el recipiente, pues los ojos de Hyunjin parpadearon del negro al rojo y viceversa. Estaba perdiendo el control de sus poderes.

—Ahora mismo lo último que me interesa es Jisung, la princesa Sunhee y lo que sea que Soberbia esté tramando —dijo—. Maldita sea, solo puedo pensar en lo mucho que odio a Dios por haberlo convertido en ángel y en lo mucho que me gustaría golpear su existencia por ello.

—Hyunjin —lo llamó. Extendió las palmas hacia el techo sobre la mesa en señal de calma, sin llegar a tocarlo—, tranquilidad. Esa ira no te va a llevar a ningún lado.

—¿¡Cómo quieres que esté tranquilo!? ¡Tú eres el experto en ira, deberías entender por qué me afecta tanto esto! —espetó, pero, al encontrarse con la mirada sombría de Minho, se arrepintió de inmediato—. Perdón, no quería expresarlo de esa manera. Yo...

Cerró los ojos y cogió aire con lentitud para calmar la irritación que se estaba adueñando de sus pensamientos. Hyunjin estaba alterado y no era el momento oportuno para enfadarse. Era su deber como amigo hacerle ver la situación en perspectiva, pero, aun así, el tono de su voz fue más afilado de lo que se había propuesto.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora