XXVI

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«Horizon of Memories (Instrumental)»

Eternal Eclipse

Apartó las ramas con el brazo, pero las hojas se desprendieron de la madera y se le colaron por debajo de la ropa

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Apartó las ramas con el brazo, pero las hojas se desprendieron de la madera y se le colaron por debajo de la ropa. El día era frío y cada caricia se sentía como el corte afilado de una navaja corroída. Con la respiración acelerada, las piedras se le clavaban bajo las suelas de los zapatos y le hacían apretar la mandíbula con dolor. Sus dientes chirriaron. Tropezó con un montículo de hojas y profirió una maldición. Aun así, no se detuvo. No se detuvo no porque tuviera algún propósito, sino porque su cuerpo se movía de forma inconsciente, sin que su mente hubiera planeado algo.

Varios metros por delante, Jeongin llegó hasta el pequeño río que cruzaba el bosque y se agachó frente a él, recogiendo las piernas en un débil abrazo. Ignorando cómo Hyunjin repetía su nombre una y otra vez, concentrado en el caudal que fluía contra las rocas. El agua chapoteaba en su dirección y le mojó la punta de los zapatos. Ni siquiera cuando Hyunjin lo alcanzó y se inclinó sobre sus rodillas para coger aire emitió un solo atisbo de reacción.

Sin embargo, ahora que lo tenía al lado, no sabía qué decir. Hyunjin se limpió el sudor que le caía por la frente a causa del nerviosismo. Las palabras desaparecieron de su boca y solo el silencio se dibujó entre los dos. Pero no hacía falta. Las palabras nunca eran requisito entre él y Jeongin. Se entendían sin necesidad de hablar, por lo que Jeongin levantó la cabeza lo mínimo para señalar la piedra a su lado y apartó las hojas que la ensuciaban.

Hacía mucho tiempo, Jeongin y él se encontraban en una situación muy parecida. Ocurrió días antes de que Dios sentenciara su romance prohibido y de que lo castigaran por toda la eternidad, en una noche sin luna y estrellas difuminadas que iluminaban a duras penas la piel tostada que tanto amaba. Hyunjin se lo encontró sentado bajo un árbol que había perdido las hojas, frente a un lago helado que le recordaba a la leyenda del primer ángel caído. En aquel entonces no se dio cuenta, pero quizás eso fuese un augurio de lo que acontecería días más tarde.

No obstante, él solo tenía ojos para Jeongin. Cuando lo distinguió entre los árboles marchitos, una amplia sonrisa se extendió sobre sus labios. A medida que avanzaba, chispas de polvo plateado formaban siluetas sobre la tierra olvidada, manchándola de sus propios sentimientos. Hacía tres días que no se encontraban y Hyunjin no podía controlar el palpitar descontrolado de su corazón, ansioso por encontrarse con el alma de la que estaba enamorado.

Quería besarlo, quería amarlo. Su cuerpo añoraba la manera en la que hacían el amor encerrados en el establo de heno, pero también tenía tanto de lo que le quería hablar. Llevaba semanas comiéndose la cabeza sobre su relación, sobre su futuro, sobre su amor. Sobre cómo huir juntos, a donde fuera que Dios no pudiera encontrarlos, soñando con el sabor de un para siempre que fuera real. En el fondo, Hyunjin sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. Por muy correcto que se sentiera amarlo, era consciente de que Jeongin estaba fuera de los límites que le habían marcado como ángel. Por eso, pretendía huir. Muy lejos, a algún lugar en donde se escaparan de esas barreras y su amor no supiese a pecado.

Acordes de una perfidia ┃minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora