CAPÍTULO SIETE

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Lisa.

Escucho voces a lo lejos:

—Dejala tranquila.

—No me des órdenes, mujer —replica.

—Pues me vas a oír. Déjala.

—Quita tu lindo culo latino de ahí.

—No.

—¡Mujer!

—¡Taddeo!

—Esposa mía, quita tu lindo culo de ahí.

—No...

—Elliot, agárrala.

—¡No! ¡Ah! ¡Maldito italiano! —grita una voz conocida.

Suspiro profundo.

—¡Taddeo!

—Shh, silencio, mujer.

El sonido seco de dos disparos me hace dar un brinco. Me siento en la cama buscando mi arma, pero no encuentro nada. ¿Qué pasó?

La puerta se abre de golpe.

—¡Maldito demonio! —se acerca mi padre.

Cómo es típico en mi padre, trae un traje de azul oscuro. Luce pulcro y con ganas de matar a alguien.

—¡Care chi...! —me levanto para enfrentarlo—. ¿Cómo te atreves a asustarme así? —me llevo las manos al pecho, se me quiere salir el corazón.

—Tienes 10 minutos para bajar, muevete. Te esperamos.

Y sin más, se va. Elliot baja a mi madre de su hombro y esta corre hacia mi.

—¡Está loco! —grita.

Nos quedamos viendo por unos segundos y estallamos en carcajadas, Elliot nos mira raro y nos deja solas.

—El mexicano está aquí —informa mi madre—. También tu padrino.

—¿Del 1 al 10 qué tanto la cagué?

—Un 11 —pone una mueca.

—Ocho minutos.

Salgo de mi cama corriendo a la ducha, me baño en dos minutos y me pongo un conjunto de dos piezas, una falda negra rectangular corta, un top del mismo color y estilo, una medias oscuras de pantalón, unas botas de invierno negras también y bajo con mi cabello húmedo y peinado.

No creo que sea necesario usar abrigo, apesar de que está haciendo frío afuera, dentro está caliente.

Reviso mi reloj, 11:04 AM.

Me duele un costado, duele muchísimo. Ese imbécil me dio una buena paliza. Tengo rabia conmigo misma, Eros me dejó en ridículo frente a todos, pero las cosas no pueden continuar así. Le voy a enseñar que se metió con la persona incorrecta.

Abro la puerta del despacho de Taddeo e ingreso, rezándole a todos los dioses, incluso a los griegos. Me encuentro con Joaquín Flores, el capo y líder del cartel de México; Jian Li, mi padrino y líder de los Yakuza.

—Buenos días —saludo a cada uno en su idioma natal.

—Estás loca, ¿lo sabías?

Conozco perfectamente ese tono de reproche en la voz de Jian.

Muerdo mi labio nerviosa.

—Hija de tu chingada madre, que huevos tienes.

Reprimo una sonrisa ante el comentario del mexicano.

—Ellos quieren saber sobre la guerra que acabas de declarar —comenta Taddeo.

—Pido disculpas, mejor dicho, no. No me arrepiento.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora