CAPITULO VEINTINUEVE

446 31 1
                                    

"Feliz cumpleaños a mi"

Lisa.

—Feliz cumpleaños —me abraza Silas, entregándome unas rosas rojas.

Miro las rosas y las recibo ahorrándome mis comentarios. Le doy una sonrisa falsa que pasa desapercibida y continúo mi camino.

Tengo tanto por hacer, que no se ni porque acepté está reunión que mi mamá planeó. Hablando de mi madre, baja las escaleras con un vestido pegado al cuerpo y unos tacones de aguja tan altos que me pasa por unos cuantos centímetros de altura y eso que yo ya tengo los míos puestos.

—¿Alguien ha visto a Eros? —pregunta dándome un beso en la mejilla.

—Se fue —contesta Silas.

—¿A dónde? ¿Por qué?

—Larga historia, Lucia —le respondo yo.

—Vale, corazón —me quita una arruga inexistente en mi vestido y se da media vuelta con el teléfono en la oreja.

—¡Señorita Lisa! —me llama un hombre.

Me giro encontrándome con Zeus.

—Qué.

—Mi jefe le envió esto. ¡Entren! —grita provocando que de un brinco del susto.

Entran tres hombres con un montón de rosas negras, detrás de ellos entran dos más con el resto de flores. Las dejan por toda la sala y esto parece un funeral. Me encanta.

—También le envió esto —me entrega una caja con un lazo rojo—. Y esto también —susurra entregándome un sobre de papel.

Tomo el sobre dejándolo debajo de la caja.

—Nos vemos luego, señorita. Feliz cumpleaños, por cierto.

Le agradezco con un movimiento de cabeza.

—¡Rosas negras, tus favoritas! —chilla mi mamá, emocionada, se acerca un ramo y lo huele—. Tu olor favorito, ¡fresas!

Arrugo las cejas, acercándome a las flores. Efectivamente, huelen a fresas con un leve toque de vainilla. ¿Cómo no le hizo daño el olor? Ah menos a que no se haya acercado mucho a ellas...

—¿Qué más te envió? —Malia viene divertida y curiosa.

Rápidamente me giro metiendo la carta en mi sostén y vuelvo hacia ella, para abrir la caja.

¿Qué será?

Le quito el lazo rojo y después el papel en el que viene forrada. ¿Me dará un animal muerto? ¿Un perro para que yo lo cuide? ¿Una katana para poder asesinarlo? Destapo la caja y... Unos zapatos. Unos tacones, en realidad.

—¡Dios mío, esos los ví en unas revistas! —Sonríe Malia tomando un zapato.

Tomo el otro que está dentro de la caja para detallar el material. Son unos tacones negros con un moño de diamantes, los detalles y bordes de los zapatos también tienen diamantes.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro, ¿cómo sabía que me gustaban las rosas negras? Espera, él hace mucho me había enviado unas... ¿Y qué hay de los zapatos? Apago la sonrisa en cuanto veo por dónde están yendo mis estúpidos pensamientos.

—¡¿Quién te dió rosas negras?! —gruñe Taddeo detrás de mí.

—Eros —responde mi mamá, sonriente.

Taddeo trae el ceño más fruncido de lo normal.

—¡¿Qué?! ¿Dónde está? —Lo busca por el salón y la cocina—. ¿Dónde está? ¡Lo voy a matar! El único que le puede dar rosas negras a mi hija soy yo —deja claro.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora