CAPITULO CUARENTA

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"La futura reina de Italia"

Eros.

Luego de darle una breve revisión a las grabaciones de las cámaras de seguridad de la mansión de Moretti, llamé a Lisa para ordenarle que se mantenga alejada de esa mansión está demasiado expuesta, pero... ella solo me envió a comer mierda y no bastando con tal vulgaridad, me colgó.

Obtendrá su castigo por ello.

—Es hora, señor —avisa Zeus a mi lado, desenfundando su arma.

Saco mi arma y alisto mi cuchillo, aferrandome al mango de ambas armas. Hoy los guantes están de vuelta. Mis hombres salen de las camionetas y sonríen sádicos mirando el letrero del lugar. Es su hora, hijos de puta.

Durante el vuelo, Valerio se comunicó conmigo, me dio información jugosa sobre un almacén donde se esconden las putas ratas de alcantarillas. El conseguir la ubicación fue con ayuda de las cámaras de la ciudad, captaron todos los movimientos, desde la salida del Casino hasta la entrada a su pocilga.

Me giro hacia mis hombres.

—Que nadie quede vivo, ¿les queda claro?

Todos asienten y me vuelvo, viendo esa mirada oscura de Zeus. No hay nada peor que traer a un sociópata a una cacería.

—¿Estás bien? —pregunto en voz baja.

—Por supuesto, señor. Cuando diga.

Entrecierro los ojos.

—Mientes. Por eso puedo cortarte la lengua.

Gira la cabeza, frunciendo el ceño.

—Usted siempre busca cualquier excusa para arrancarle la lengua a alguien.

Suelto una carcajada. Ese es mi muchacho. 

Eros —la voz de Valerio por el auricular—, recuerda que la parte trasera del almacén es un buen escape. Y tu, Zeus —el aludido se hunde en sus hombros, y levanto las cejas. ¿Qué mierda?—, toma un grupo de cuatro y vete con Eros. No lo dejes solo, es tan imbécil que se mete al matadero solo.

Sonrío orgulloso.

—Deja de ordenar —gruñe Zeus.

Solo muevete —continua Valerio. Juraría que el cabrón se está riendo por haber hecho enfurecer a Zeus.

En cuanto entramos al almacén, el caos se desata. La sangre empieza a correr por el suelo inclinado, los enemigos caen uno a uno. Siento ese placer que me genera matar mierdas.

Sigo peleando, lanzo puñetazos aquí y allá, disparo, apuñalo, parto huesos y no me detengo. Sin embargo, me detengo en seco unos segundos más tarde cuando una arcada me invade. El estómago me arde y siento mi garganta llena. Oh, no.

Me descuido tres segundos, al cuarto estoy en el suelo por un puñetazo que recibo y al quinto, estoy vomitando todo lo que comí hoy.

¿Qué demonios?

No suelo vomitar de la nada, siempre lo hago cuando estoy demasiado borracho o llevo días sin comer, pero ahora no es ninguno de los casos. ¿Estoy enfermo? En este momento me siento muy mal.

¿Por qué todo tan de repente?

Y antes de que pueda responder a mi propia pregunta, una arcada más poderosa me invade y esta me hace vomitar hasta que lagrimeo por la sensación de ahogamiento.

Unos brazos me toman y me giro hacia la persona, listo para romperle la puta cara, pero Zeus levanta las manos preocupado.

—¡Soy yo! ¡Solo soy Zeus!

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora