CAPITULO CUARENTA Y OCHO

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"Un sucio secreto"

Dayana.

Vuelvo a darle un golpe al saco. Le encajo uno, dos, tres, puños y una patada. Repito una y otra vez el mismo circuito.

Sudor recorre mi frente y espalda, llevo un par de horas entrenando. Necesito despejar mi mente. Me pongo nuevamente en posición de pelea y le doy puñetazos coordinados a la fotografía que está pegada en él. 

«Maldita perra. Ella y su madre».

Lucia es una zorra de mierda. Me quitó a mi hijo y yo le quitaré la suya.

—¿Podrías parar? —ruge Nikolay detrás de mí.

Me giro bruscamente para enfrentarlo.

—¿Parar de que?

Asiente.

Su cabello negro y lacio cae por su rostro como dos cascadas. Los ojos oscuros demuestran lo podrida que tiene el alma. La mandíbula marcada y su característico ceño fruncido. Es mucho más alto que yo, que a duras penas llego al metro con sesenta y ocho centímetros. Nikolay, mi marido, es cruel y sin escrúpulos. Es perfecto para protegerme y cumplirme todos mis caprichos, pero no es alguien capaz de amar a otra persona que no sea él mismo. Y a pesar que me da lo que quiero, no me da lo que más necesito y es un compañero.

No tuve su apoyo cuando perdí el bebé. No tuve su apoyo cuando mi madre se enojó al enterarse que me había casado con un hombre tan despiadado. Nunca ha estado para mi.

—¡No seas imbécil, por culpa de ese par de perras perdí al bebé! ¡¿Acaso no te duele?!

Vuelve a asentir, serio.

—Claro que me duele, pero la culpable de todo eres tú. Tu quisiste dártelas de no sé quién mierdas. Quien quiso ir o no... —Me agarra del mentón con fuerza y no puedo zafarme de su agarre—. ¡Quien exigió ir al ataque fuiste tú! Yo te pedí que te quedaras, no lo hiciste.

—Suéltame —exijo, pataleando.

—¡No! ¡Aquí me pones con el hijo de perra, cuando la hija de puta eres tú! ¡¿Qué pensabas cuando te pusiste en riesgo y mataste a mi hijo?! Sabes que hijos es lo único que deseo, pero siempre me los matan.

Conozco su historia. Su lamentable historia. Todos los hijos que engendraba Nikolay nacían muertos y algunos ni siquiera lograban llegar a las treinta semanas de gestación.

—Por eso vamos a matar a todos los Coppola y también a Lombardi. Sin ellos, sin Lisa, seremos los reyes —murmuro—. Seré la reina de la pirámide y la líder de la mafia italiana.

Me suelta, echándose a reír.

—Que ilusa eres mujer. A duras penas puedes ganarle una pelea al saco de boxeo, ¿y crees que puedes liderar una mafia?¿Acaso se te olvido como despedazo a mis hombres? ¡Dos veces, Dayana! ¡Dos putas veces venció a mis hombres!

—No sabes de lo que soy capaz, ¡no me retes!

—Porque sé de qué eres capaz es que te lo digo.

—Mataré a Lisa con mis propias manos.

Suelta una carcajada.

—¿Tu matar a Lisa Coppola? Si, si, claro. Pero para que salgas viva y ella muerta deberás tener más de cien hombres que te protejan.

Da media vuelta, entrando a la casa, riendo.

—¿Matar a Lisa Coppola? ¡Ridícula!

Me giro y le doy un golpe tan fuerte al saco, que me lastimo la muñeca. Me da un tirón y suelto un grito de frustración. Lo odio.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora