CAPÍTULO DOCE

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"El presidente Ruso"

Taddeo.

—Nos vemos pronto, mujer mía —beso la mejilla de mi esposa.

No quiero dejarla, pero debo hacerlo. El jet me está esperando, iré a Rusia. Necesito saber que es lo que pasa con el inepto de Grigory, me tocó ir a recordarle quién soy y el poder que tengo, también, que sé muchas cosas que a él le afectarían muchísimo en el caso que su pueblo se entere.

—¿Dónde está Lisa? —inquiero antes de salir de la casa.

Mi  mujer luce un vestido de seda ceñido a su cuerpo en color dorado.

—Entrenando con Silas —contesta Lucia.

Ruedo los ojos.

Mi esposa es la única ciega que no ve la atracción sexual de mi hija y el escolta. Por mi que hagan lo que quieran, solo espero que no me lleguen con la noticia de que Lisa está embarazada porque me temo que dejaré a mi amigo sin hijo.

Veo la hora en mi reloj. Las iniciales L y V relucen en el oro blanco. Dos de las tres personas que más amo y amé en este mundo.

Me subo a la camioneta y cierro mis ojos intentando descansar la mente. Llegamos a la pista y me abren la puerta. Salgo caminando hacia el jet, subo las escaleras y Elliot viene pisandome los talones.

Una vez en el jet me voy a sentar y abrocho el cinturón de seguridad.

—¿Tu crees que si acepte? —inquiere Elliot sentándose frente a mi.

—No tiene opción —me encojo de hombros—. O sigue el plan o le declaramos la guerra.

Lo mejor para Grigory es que esté de nuestro lado a estar en contra. Me quedaré en Rusia viendo todo lo que sucede.

—Estamos a un mes de la coronación...

—¿Qué hay con eso?

Arrugo las cejas sin entender el comentario de mi amigo.

—Deberíamos cuidar más a Lisa, está en riesg...

—Siempre lo ha estado, ella sabe defenderse por sí sola, ¿dudas de sus capacidades? —lo miro directamente a los ojos—. No lo hagas, ella odia que duden de sus capacidades, y lo sabes.

La relación que tienen Elliot y Lisa es algo que yo jamás tendré con mi hija. Elliot estuvo con ella durante mucho tiempo, se quedaba unos cuantos meses en Colombia cuidando de mi familia, yo por el trabajo y mis enemigos no pude. La figura paterna con la que creció mi castaña es él. Yo a veces me preguntaba si Lisa realmente me quería, que si ella me veía como su padre.

Yo puedo ser un mafioso, un maldito, pero no un mal padre: si envié a mi hija a Colombia es para no arrastrarla a la desgracia como lo hice con Vicenzo. Los hijos muchas veces pagan los errores de los padres, yo pagué muchos y lo más difícil fue superar el secuestro de mi hijo.

Mi pequeño hijo, Vicenzo. Aún recuerdo el sonido de su risa, sus ojos raros, pero para mí eran perfectos. Vicenzo heredó la heterocromía de su abuelo; mi padre.

Ahora quiero hacer las cosas bien, por eso en las vacaciones de verano e invierno Lisa y Lucia viajaban para Italia, dónde yo entrenaba a Lisa. La llevé al oriente, allá le enseñaron artes marciales. Allí la pequeña griega de tan solo 6 años se aficionó y enamoró de las espadas samurái.

—¿No extrañas a tu hijo, Elliot? —suelto la pregunta.

Quita su mirada de la ventana y se fija en mí. Sus ojos se encharca y sé que estoy tocando un terreno blando. Para ambos es doloroso hablar de nuestros hijos robados. Porque eso fue lo que sucedió; nos robaron nuestros hijos.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora