CAPITULO TREINTA Y CINCO

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MARATÓN 1/2

"Las llamas que me abrazan"


Lisa.

No he podido dormir.

Estuve toda la noche recordando lo que pasó con eros, pero no me sorprendió tanto lo que pasó, sino lo que pensé. «¡Estoy demente!». Y maldita sea, no me arrepiento de lo que hice. ¿Cómo podría hacerlo? Si él me hizo sentir lo que ninguno pudo hacer.

Bufo sentándome en la cama. «Sigo pensando estupideces». Aunque...

«Su mano recorre mi tanga humedecida, la corre a un lado y los dedos se deslizan por mi vagina húmeda. Limpia mis jugos con sus dedos, dejándolos en mi clítoris, dónde los mueve en círculos y pellizca. Suelto un gemido, agarrándome de las sábanas. Sonríe al ver el resultado.

Maldito sea Eros Lombardi.

—¿Alguna orden que quiera dar, jefa?

—Si, que te calles.

Se ríe el muy imbécil. Suelta mis tetas y a medida que baja por mi torso, muerde, lame y besa cada minúscula parte de mi. Las mordidas me van a dejar marcas por la rudeza con la que lo hace. Me marca como un loco posesivo. 

¿Me importa? En absoluto.

Cuando llega a mi monte de venus, vuelve a morder con un poco de delicadeza. Suplico para que lo vuelva a ser. Mi cuerpo se relaja ante su tacto —no es primera que vez, a pesar de que son situaciones diferentes, mi cuerpo lo reconoce— pero al mismo tiempo una corriente eléctrica azota mi centro. Todo mi cuerpo arde al ser envuelta en sus llamas y pide más.

—¡Eros! —le doy una palmada cuando me arranca la tanga y la guarda bajo la almohada.

«Es un neandertal», pienso ante tal salvajismo.

Me agarra las piernas y sin delicadeza alguna, me abre para él. Su mirada en mi vagina es tan intensa que me prende, poniéndome deseosa a tal punto de querer rogarle por atención. «Estoy volviéndome loca».

Sube sus ojos a los míos. Sus pupilas dilatadas hacen que su mirada se torne más oscura, más lujuriosa y un tanto peligrosa. Vuelve a recorrer mi cuerpo con su mirada llameante. La sensación que me provoca es demasiado extraña, pero también, necesito seguir sintiéndolo. Me siento adorada.

«Definitivamente, estoy perdiendo el juicio».

Cuando se inclina para dejar un beso húmedo en mi ombligo, deslizo mis dedos en su cabello lacio, atrayéndolo a mi centro. Quiero venirme como nunca antes, necesito saciar esto. Necesito acabar con estas ganas y este deseo intermitente que tengo por su tacto.

Mueve la lengua con mucha destreza y de solo pensar en cómo tuvo dicha experiencia hace que me frustre y lo aleje de mi, tomándolo de los hombros. Sin embargo, el me toma de las manos y las pone sobre la cabeza, amarradas con una maldita corbata que no sé dónde la sacó. Gimo arqueando mi cadera, chillo su nombre con cada caricia.

Los sonidos se vuelven cada vez más sucios. El succionar, mis gemidos, sus jadeos, las nalgadas que me da. Todo se siente como un sueño. Y si este lo es, espero no despertar.

Esta vez, grito. Grito su nombre, perdida totalmente por el placer. Mientras mis manos se mantienen sobre mi cabeza, debo levantar mis caderas para tener más de su boca. La lengua de Eros entra y sale de mi vagina y cuando mi cuerpo llega al punto más alto, mete un dedo en mi interior, haciendo que pierda el juicio. Lo recibo gustosa. Y como si escuchara mis plegarias, mete un segundo dedo, los mueve hacia atrás y adelante, en busca de mi punto G, que me hace gritar. Me cubro la boca, sin dejar de jadear por la presión, provocando que las lágrimas salgan. Su lengua se mueve rápido en mi clítoris, estoy tan excitada que duele.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora