CAPITULO TREINTA Y CUATRO

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Eros.

La sonrisa y el buen humor que traigo nada ni nadie me lo van a borrar. Estoy demasiado satisfecho con mi trabajo y por supuesto, mi resultado.

Folle a Lisa por toda la habitación, la hice mía tres veces y esas solo fueron las primeras de las muchas que quiero tomarla, poseerla, romperla, marcarla. Y se que ella no me va a olvidar, ¿cómo podría? si está adolorida al punto de que no sabe como sentarse o acostarse, o tan solo, caminar para disimular el dolor.

—¿Dónde está Lisa? —ladra Silas en cuanto nos topamos en el borde de la escalera.

Intento no reír.

—No puede bajar ahora mismo.

—¡¿Qué le hiciste?! —gruñe dando un paso hacia mi.

La pregunta correcta sería: ¿Qué me faltó por hacer?

—¿Por qué crees que le haría algo malo? —me cruzo de brazos con una sonrisa burlona en mi rostro.

—Porque eres tú.

«¿Qué mierda significa eso, hermanito?», arrugo las cejas.

—Nah, gritó un par de veces, pero no te preocupes —digo con buen humor.

—¡¿Qué?!

—Ay, amiguito, estaban follando. —Aparece Valerio—. ¿No ves a mi bestie feliz? ¿Cuando lo has visto sonriendo?

—Nunca —contesta en un murmuro.

—Ahí tienes —se encoge de hombros.

—¿Ya trajiste lo que te pedí? —le pregunto a Valerio.

—Si, toma —me entrega la medicina para Lisa.

Lisa está en la cama recostada con los labios apretados. Y es aquí cuando un poco de compasión surge.

Se me escapa una risita.

Esta mujer cada día es más increíble. Se practicó una ligadura de trompas, cirugía que consiste en cortar o ligarlas, y ella quiso que fueran cortadas. Este es un método anticonceptivo permanente. Una de las razones no solo fue porque ese nunca ha sido el deseo de ella, sino porque Taddeo le insistió mucho y ella se hartó. Al parecer a Taddeo ya le quedó claro que de parte de Lisa no tendrá heredero, así que ahora le tocará aferrarse a su hijo, quien trabaja para La Bratva, quien a su vez, quieren a Lisa muerta.

Le doy un vaso con agua y le acerco la pastilla. Me fulmina con la mirada y la recibe de mala gana. «Ah, pero hace un rato...»

—Ni una sola palabra, Lombardi —gruñe.

—No he dicho nada —aprieto los labios para no reír.

—¡Te valió que estaba operada!

—Yo te lo advertí, Coppola.

Me imita con amargura y me lanzo encima de ella, besándola y haciéndole cosquillas. Ríe, golpeándome los hombros para que la suelte.

—Silas está furioso, quiere verte —murmuro en su boca.

—Al diablo con Silas.

La ayudo a levantarse y su caminar es horrible. Hago una mueca. Todo el glamour que tenía a la hora de caminar se le fué.

—Ay, no.

—¡Duele cómo la mierda!

La ayudo a salir de la habitación y a bajar las escaleras ganándome la mirada de todos. Sonrío orgulloso. Aprieto mi agarre en la cintura de Lisa como el maldito posesivo que soy al ver a Silas intentar acerca a ella.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora