CAPITULO VEINTIOCHO

581 40 5
                                    

"Monstruo"


Eros.

Trazo con el pincel un par de líneas por el lienzo negro. Dejo que mi imaginación vuele, que mi corazón se cure o que tal vez, cada célula se regenere y me ayuden con mi corazón mal herido.

Las lágrimas no dejan de bajar por mis mejillas. Las manos me tiemblan y lo que está en el lienzo ya no tiene sentido alguno. Bueno, jamás lo tuvo, ya que son puros garabatos. Tiro el lienzo y las pinturas al suelo. Las latas de pintura hacen un fuerte estruendo ensordecedor cuando todo cae. La pintura se derrama por todo el suelo, las paredes se salpican y esto me recuerda a cierto pintor.

—¡Dios, qué escándalo! —Escucho a Elliot.

Caigo de rodillas al suelo, no puedo con esto. La culpa me carcome. Además, ella no me quiere volver a ver y yo me siento bien cada que ella choca su hombro con el mío, furiosa. Lisa me hace sen... No vale la pena ya.

El pecho me arde, la garganta me duele de tanto intentar tragarme la vergüenza, pero esta vuelve, con ganas de salir.

—¿Qué pasó aquí? —Entra Elliot.

Me giro en mi trasero, dándole la espalda. Acuno mis piernas y me hago una bola en el suelo. Necesito dejar de sentir por un solo instante. No quiero que me vea en estas, es lo último que mi ego necesita.

—¿Estás bien? —Se pone de cuclillas frente a mi.

—Si. —Mi voz suena rota y vacía. Miento. No estoy bien—. Quiero estar solo. Vete, Elliot.

—No, ¿qué te sucede?

—Lo maté... —Levanto mi mirada.

Elliot agacha la cabeza, apretando la mandíbula.

Ninguno estuvo de acuerdo con lo que hice, pero eran ellos o era Lisa y claramente no iba a ser ella.

—Yo no estoy de acuerdo con lo del niño, ¿vale? Eso ya te lo dejé claro... Joder, no sé que decirte.

—No me digas nada. No necesito tus palabras llenas de mierda —mascullo con una presión más grande en mi pecho.

—Eros, mírate... Estás solo, deja el orgullo a un lado y déjame hablar contigo.

Bufo.

—¿Tu? Por favor, jamás te he caído bien.

—Y es cierto. Ahora es diferente. Me agradas desde que tomaste venganza con la hermana de Volkov por lo que le hicieron a ella.

—¿Has hablado con Lisa?

—No. Sigue encerrada en su habitación.

—No ha hablado con Lucia —comento, sentándome.

Traigo la ropa llena de pintura, mis botas están sucias. Soy un jodido desastre.

Elliot se sienta frente a mí cruzando las piernas, no entiendo porque se comporta así, ¿qué le pasa? ¿Acaso se enamoró de mí? No lo culpo, la verdad.

—Lucia está preocupada por ti y por ella. No quiere que su hija siga encerrada como si fuese una princesa en la torre más alta esperando a que su príncipe azul la rescate y que se enamore mágicamente de él.

Suelto una risita por el tono en que lo dice.

—¿No has hablado tú con ella?

Niego.

—No hablamos desde el hospital.

Hace más de cuatro días que Lisa no quiere verme la cara, hace uno dejé de insistir y de irrumpir en su habitación para pedirle disculpas. Ella se sintió culpable por lo que yo hice. Ya le expliqué que no debe sentir culpa, fueron mis actos, por ende, mi responsabilidad, mi culpa y mi dolor.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora