CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

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Artemisa”

Eros.

La veo marcharse en ese monstruoso caballo negro que parece salido del mismisimo infierno.

Lucia a mi lado menea la cabeza con los labios apretados. La pequeña niñita se aprieta a ella observando a la yegua que tiene la cabeza afuera de su corral.

Nunca me han gustado los caballos, me dan desconfianza.

—Lisa no vendrá en un buen rato —murmura Lucia—. Vamos a la sala aprovechando que Taddeo y Elliot están jugando golf.

Asiento, con los músculos tensos.

No era como se suponía que sería mi regreso. Es más, tuve que dejar asuntos sin arreglar para estar aquí. Zeus me informó que Lisa rescató a una niña del basurero junto a su madre muerta. Todo un desastre. También me contó que esa imagen lo perturbó y algunos recuerdos de la violencia que sufría a manos de su madre surgieron. No podía no estar para ellos. Especialmente no sin apoyar a Lisa que pasó por un jodido aborto que la mantuvo ida por dias.

Tomamos asiento y una de las mucamas nos ofrece algo para beber y comer.

La bebé se duerme en los brazos de la señora Coppola y puedo ver que ella está apegada a esa niña y la quiere en la forma en que la aprieta en modo protectora.

—Lisa tiene muchas razones válidas por no querer un hijo —empieza ella, sacando el tema de los hijos a relucir—. La primera es porque no quiere y es válido. Se respeta…, pero hay otros motivos. Motivos que con el paso del tiempo fui comprendiendo estudiando sus movimientos. Lisa no quería que se repitiera la historia con su hijo como sucedió con su hermano; también hay otro hecho. Uno que la rompió y dañó un poco su espíritu.

El sonido de las garras de los perros bajando las escaleras corriendo la interrumpen. Los tres salen corriendo hacia el patio y veo a Ares correr hacia la caballeriza, casi llevándose por delante a uno de los trabajadores de la mansión.

—Una tarde salí con Lisa al parque a por un helado. Ese día hacía tanto calor… Recuerdo que pase la calle que dividía el parque y le dije a Lisa que me esperara en la cera. Ella lo hizo, volví a la otra cera para saludar a una amiga —hace una pausa—. Yo honestamente no sé de dónde diablos salió el auto o el bebé. Solo escuche el grito y un auto que frenó rápido, al igual que un golpe seco. Cuando gire… la escena fue de terror. Había sangre. Mucha. En el auto, en el suelo, en el vestido de una mujer que lloraba desconsolada y también en el rostro de Lisa.

»Una madre estaba distraída y no vio que su coche donde estaba el bebé se salió y un auto lo atropelló.

Pongo una mueca ante la imagen mental.

—Creí que el horror había pasado, entonces fije la mirada en la misma dirección donde estaba la de mi hija. La cabeza del bebé parecía… —Menea la cabeza. Traga saliva fuerte—. Parecía una sandía aplastada.

La mucama aparece y en cuanto veo el plato me alejo con náuseas. Se me quitó el hambre.

¡Demonios!

—Corrí hacia Lisa con un nudo en el estómago y lo primero que me dijo mi dulce niña fue: «No quiero tener hijos nunca». Desde aquel momento a Lisa le da pavor estar cerca de un niño, los recién nacidos le provocan ataques de pánico.

Mi mujer está tan rota. Y aún así es la persona más fuerte y valiente que he conocido en toda mi vida.

—¿Lisa ha dicho que sucederá con la niña?

—No —murmura con los ojos llenos de lágrimas—. No puedo creer que me encariñe tan rápido de ella. ¡Solo mírala! Esa pequeña naricita. —Sonríe, dándole toques en la punta de la nariz a la niña que ríe.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora