CAPíTULO CUARENTA Y NUEVE

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"Cobardes"

Lisa.

Me despierto con unas manos jalándome el cabello y sintiendo mi mejilla llena de baba.

«Buenos días para mí», bostezo.

La pequeña intenta morderme con sus inexistentes dientes, haciéndome cosquillas. La levanto, acostándola en mi regazo. Murmura lo que algún día tendrá sentido y podrán considerarse palabras.

Haciendo un pequeño recordatorio de lo que pasó en la noche. Dormí durante toda la noche. La bebé nunca lloró ni pidió tetero o un cambio de pañal. Asustada y aterrada por la idea de haberla dejado sola, le bajo el pantaloncito que usa como short, debajo del vestido de flores. Frunzo el ceño. Ella no traía esto en la noche. Tenía puesto una pijama de Winnie Pooh. Reviso el pañal. Limpio. Recién puesto. «¿En qué momento entró Lucia a la habitación?»

Caigo en la cuenta de que la ducha de mi baño se cierra. Unos instantes después, Eros sale del baño con solo una toalla alrededor de su cadera.

—Creí que nunca te despertarías. —Sonríe.

—¿Eh? —murmuro, estúpidamente.

Suelta una risita y cuando él se está inclinando para besarme, sus labios caen en la frente de la niña. Resoplo, molesta. Pero no me dura mucho mi enojo, se gira hacía mí y me agarra del cuello, besándome hasta dejarme sin aliento.

—No sé si te moleste —dice, yéndose al clóset—, pero anoche y esta mañana le cambié el pañal.

Mis cejas se disparan hacía arriba. ¿Eros cambiando pañales? ¡Mierda! ¿Cómo me perdí eso?

—¡Y también la bañé, olía horrible! —grita desde el interior del closet.

—Es un bebé, Lombardi. Suelen oler mal cuando hacen popó —digo con obviedad.

Me levanto de la cama con la niña en mis brazos. Sigo llamándola «niña» y «pequeña», reacia a usar un nombre verdadero para ella.

—¿Cuándo fue la última vez que tomó biberón? —pregunto. 

Entro al closet con cuidado, esperando a que esté decente. Lo encuentro de espaldas a mí usando unos shorts de cuadros azules. Alisa las arrugas de su pantalón oscuro mientras me observa por el espejo.

—Hace una media hora, antes de que me metiera a la ducha —contesta.

Asiento, viéndome en el espejo. Una mujer joven usando un camisón sexy con su bebé en sus brazos mientras su marido se arregla para irse al trabajo. Intento no reír por el estúpido pensamiento.

—Me gusta —murmura Eros.

—¿Qué?

—Me gusta la imagen que veo.

Ruedo los ojos, huyendo antes de qué suelte alguna otra idiotez.

Bajo a la cocina con el estómago chirriando por un poco de comida. La planta baja está desierta casi por completo. Solo hay dos empleadas limpiando los cuadros del salón y Malia en el comedor, dándole un mordisco a una tostada con aguacate sin detener el tecleado en el portátil. La bebé suelta un chillido, llamando la atención de Malia, que levanta la cabeza en nuestra dirección y sonríe.

—¡Buenos días, chicas! —Se acerca con una taza con la mano—. Hoy me desperté con mucha energía... —vacila—. Tengo que contarte algo, pero no creo que te vaya a gustar —me dice, poniendo una mueca.

Suspiro.

—Primero necesito comer y después las malas noticias —le digo, volviendo hacía la empleada que entra por la puerta trasera.

Dinastía Lombardi [Bosses #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora