Ella sabe como hacer caer a un hombre con facilidad.
Posee el encanto natural que cualquier mujer desearía tener.
Es hermosa, atrevida, sensual, cautivadora y sobretodo manipuladora.
¿Quién diría que terminaría relacionada con uno de sus pilotos fav...
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—Así que... ¿me besé con alguien?— miré a Carlos y él asintió.
Miré a los lados y luego al plato en donde tenía mi desayuno.
—¿Era guapo?— volteé y a verlo y este me miró sin poder creer lo que acababa de preguntar.
—¡Eso importa?—
—¡Claro que importa!— golpeé suave la mesa.
—Ni siquiera le vi la cara ya que tu estabas muy a gusto besándolo— me reprochó.
Volví a ver la imagen y luego a Carlos y sonreí con inocencia.
—¡Ups!— seguí disfrutando de mi comida.
—¿Ups?— bloqueó el móvil y siguió comiendo.
—¿Qué se supone que diga?— bebí del latte que me había preparado.
No dijo nada y seguimos comiendo. Es obvio que me acordaba de todo lo sucedido, de lo que si me arrepiento un poco es de haber entrado al baño con Leclerc. Estaba ebria y me dejé llevar por la rabia de haber visto a Carlos, me quería desquitar aunque luego me arrepentí porque él ni siquiera la besó ni se la llevó a un hotel a pasar la noche.
Creo que esto se está saliendo de control.
No debo ser así, no soy una zorra pero actúo como tal al estarme enrollando con ellos dos y de paso besando a otro.
No soy fácil.
—Lo siento— tomé su mano.
—¿Por?— me miró confundido.
¿Por haberme cogido a tu amigo?
—Por lo de la carrera— dije sonriendo —Ayer no te lo dije porque sabía que no querías tocar ese tema pero de verdad me molesté, hiciste lo que pudiste, no fue tu culpa— lo animé —Fue de los estrategas—
—Solo quiero olvidarlo, ya pasó y hoy solo debo enfocarme en España, mi casa— me miró sonriendo y apretó mi mano.
Asentí y regresé a mi comida.
—Vendrás conmigo, ¿verdad?— sentí su mirada y yo levanté la mía y miré al frente.
—No— lo miré.
—¿Por qué?—
—Tengo que ir a París— sonreí.
—¿A qué?—
—Oh si! Olvidé decirte, es que te vi tan entretenido con tu amiga que no te conté que ya soy parte de Givenchy— le resté importancia y seguí comiendo.
—¿Bromeas!— se puso de pie y yo lo miré un poco asustada.
Asentí lentamente.
—¡Felicidades!— me tomó del brazo obligando a que me pusiera de pie y y me abrazó —Te lo mereces, guapa— besó mi cabeza y yo no sabía qué hacer.
