Capítulo III

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Un quejido de dolor se escapó de entre sus labios cuando la potente luz de la habitación acabó haciéndose insoportable. Restregó sus puños cerrados contra sus ojos tratando de despejarse, y permaneció inmóvil durante unos segundos en cuanto los abrió.

Niall, quien había estado a su lado desde que lo dormieron, lo observó cauteloso.

—Buenos días, bella durmiente.

Para su muy grata sorpresa, el ojiazul lo acogió con una risa escandalosa, y lo abrazó con fuerza tras levantarse como pudo.

—Niall —estaba contento. Demasiado, para ser él.

—¿Qué te pasa? —le siguió el abrazo sin dejar de observarlo con extrema confusión.

—Niall —repitió en el mismo tono.

La enfermera, quien no se movió del rincón en el que estaba con la intención de esconderse de él, sonrió al entenderlo.

—Está bajo los efectos de la anestesia.

—¿Lo has drogado? —se escandalizó.

—Son efectos secundarios. Es como si estuviera... borracho —explicó algo confundida—. Se le pasará en un par de horas.

—¡Auch! —gritó de pronto captando la atención de ambos, y se tocó el labio con cuidado, poniéndose vizco durante unos segundos en un intento inútil por mirárselo—. Me duele aquí.

Niall lo observó atónito.

—Santo Cristo —murmuró para sí mismo—. La que me espera.

—Piensa que solo serán un par de horas. Llévalo a su habitación e intenta que descanse. Si se queda dormido, menos dolores de cabeza para ti —concluyó amable.

Dejó escapar un largo y profundo suspiro, observando como su amigo se tocaba el labio y se quejaba repetidas veces en un circulo vicioso del que parecía no querer salir, e hizo una mueca de cansancio.

—Vámonos, colega.

Rodeó su brazo alrededor de su cuello, y lo agarró así como pudo. Sin embargo, tras un par de pasos, Louis tropezó consigo mismo, sin llegar a caer al suelo.

Un estallido de carcajadas resonó en el pasillo después de aquello.

—¿A dónde vamos? —preguntó feliz.

—A dormir.

—¿Qué? ¡No quiero dormir!

Niall bufó haciendo fuerza para que no tropezase más, y lo observó tratando de contener sus nervios.

—Vamos, grandullón. Ya casi llegamos.

—Pero no tengo sueño —hizo un puchero. Seguidamente, toda su atención fue a parar al cabello de Niall, deteniéndose a tocarlo como si de oro se tratase—. ¿Es teñido? Parece paja.

Niall se escandalizó.

—¡Pajas las tuyas, gilipollas!

—¡Acepta la verdad! —rió a carcajadas.

—Cuido a mi pelo mejor de lo que te han cuidado a ti en toda tu vida —su ego estaba herido, y su orgullo, también.

Louis sonrió entristecido.

—Eso no es muy difícil.

Lo dejó sentado sobre su cama en cuánto llegaron a la habitación, y cerró la puerta con llave al ver sus claras intenciones de salir. Louis lo observó enfadado, y Niall cayó desplomado sobre su cama, totalmente agotado.

—¡Déjame salir! ¡Policía! ¡Policía! —aporreó la puerta—. ¡Me han secuestrado!

—Jódeme —murmuró para sí mismo.

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