Capítulo IV

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Su mirada se clavó en la herida que estaba ocasionándose en el brazo, totalmente inmóvil. El ágil movimiento de la aguja cortando su piel, tan despacio que a penas lograba darse cuenta, y un rastro de sangre que no dejaba lugar a la disimulación.

Su ceño se frunció cuando el chico lo miró satisfecho, y lo observó más detenidamente. Había quedado perfecto.

—Gracias, tío.

—Vuelve cuando quieras. Ya lo sabes.

Con aquel, ya eran más de una docena de tatuajes los que cubrían la piel de sus brazos, junto a alguno que otro que yacía sobre sus piernas. Ninguno con significado especial. Única y exclusivamente por la satisfacción de ver la tinta sobre la suavidad de su piel blanca.

Habían pasado dos semanas desde que Harry estaba desaparecido en combate. Dos demanas sin saber absolutamente nada de él, ni siquiera si estaba vivo. Aunque, siendo sinceros, tan solo Zayn se había preocupado por buscar su nombre entre el listado de acogidos, así como de amenazar constantemente a los guardias para que le dijeran algo sobre él.

Todo en vano.

Y, por supuesto, la caída de un líder conllevaba la proclamación de otro.

Un puesto que ocupó Louis. Convirtiéndose en la sombra que todo ser de aquel centro temía encontrarse. En peligro, en descontrol. En poder. En una amenaza viva y el riesgo a perderlo todo.

Apartado del que en su día fue el grupo de Harry, ahora se proclamaba rey del suyo propio, obteniendo como tal todos sus privilegios.

Y amaba aquello con todo su ser.

—Lou, hay peleas hoy a las once —Niall, quien masticaba una manzana como si fuera un pobre vagabundo comiendo su único pan del día, lo observó desinteresado.

—¿En qué me afecta?

—Te han retado a pelear.

Su ceño se frunció y algo de interés comenzó a crecer en sus entrañas. ¿Quién habría sido el gilipollas?

Jamás se había interesado realmente por las peleas. Sabía que las hacían más allá del patio trasero, saltando la verja y caminando por un sendero poco alejado del orfanato, pero lo suficiente como para no levantar sospechas.

Y sin embargo, nunca habían sido de su interés. Le gustaba pelear, no cabía duda. ¿Pero golpearse con otro, por puro vicio? No era lo suyo.

—Paso —se encogió de hombros. Su espalda permanecía apoyada en la pared de las gradas, y observó con atención como se consumía el cigarro que mantenía entre dos dedos de su mano derecha.

Niall suspiró.

—Tendrías que ir. Está muy bien eso de pasearte por aquí como si fueras el dueño de todo, pero no llegarás a ningún sitio si no lo mantienes. Y te aseguro que rechazando una pelea, no harás que tu popularidad crezca.

El ceño de Louis se frunció mientras le otorgaba una larga calada al cigarro, y lo observó de reojo mientras pensaba en sus palabras.

Un suspiro salió de su boca.

—¿A qué hora y con quién?

—A las doce. No sé quién ha sido. No quiere decirlo hasta tenerte allí.

—Joder.

[...]

Sintió una sensación de frío cuando llegaron a la pequeña esplanada donde se daban lugar las peleas, y se encendió un cigarro tratando de calmarse cuando los nervios —que no eran de miedo, sino más bien de sobreestimulación— lo acogieron desprevenido.

El orfanatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora