Capítulo XXII

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Besó sus labios por enésima vez en lo que llevaban tumbados en aquella azotea, bajo la luz de las hermosas estrellas que sobre ellos brillaban con elegancia. La brisa nocturna mantuvo sus cuerpos algo gélidos, y la escasa iluminación le dio el protagonismo que la luna necesitó para sobresaltar como nunca.

Louis sonrió cuando él besó su nariz, y la arrugó al sentir las cosquillas que le ocasionó sin querer.

—Se nos va a hacer costumbre esto de venir a ver las estrellas cuando apagan las luces —murmuró sobre sus labios, besándolos cuando acabó de hablar.

—Una costumbre nuestra.

—Al menos, ahora no tenemos que hacerlo para poder vernos una vez al día —su mirada regresó a las infinitas estrellas que yacían en el firmamento, y Louis besó su pecho al acurrucarse sobre él—. Ni tenemos que escondernos del mundo para poder estar juntos.

—Ya ha acabado todo, Harry. Ahora, y como bien dijimos en su momento, nos toca a nosotros.

Una sonrisa algo tímida se formuló en los labios del rizado, quien humedeció sus labios y carraspeó un par de veces. Louis acarició su estómago por debajo de la camiseta, haciéndolo estremecer.

—¿A ti te gustaría tener hijos, Lou?

Se tomó aquella pregunta con bastante naturalidad pese a pillarle totalmente desprevenido, cosa que Harry agradeció en silencio. Sin embargo, no fue capaz de evitar mirarlo con curiosidad.

—¿Qué quieres decir?

—Adoptar —se encogió de hombros—. No lo sé. ¿No te gustaría?

—Tenemos a Niall —una mueca se formuló en su rostro haciéndolo reír—. Además, ni siquiera sabemos cuidarnos nosotros. ¿Cómo cuidaríamos a un... bebé?

—Me gustaría ser padre. Darle la vida a mi hijo que nadie me dio a mí —sus ojos se cristalizaron, mas no lloró. Era algo que tenía más que asumido en lo más profundo de su ser, fosilizado sin miedo a desprenderse.

—Cuando salgamos de aquí, tendremos todos los hijos que quieras. ¿Unos diez crees que estará bien? —volvió a hacerlo reír—. Podríamos proponernos unos quince.

—Y llevárselos a Niall cuando nos cansemos de ellos —le siguió el juego con diversión.

—¿Acaso quieres que Zayn me persiga calle abajo para acabar con mi miembro viril? No, gracias. Mejor no abusar de los padrinos de nuestros hijos —se removió tumbándose también en el suelo de la azotea, dejando escapar una fuerte carcajada que acabó contagiándole a su chico.

Ni siquiera necesitaban nada más que la compañía del otro para sentirse llenos después de tanto tiempo sintiéndose vacíos. Complementándose, haciéndose uno en el compás de sus corazones que los unía sin esfuerzo, acunándolos bajo el resguardo de una vida que jamás sintió por ellos.

Un silencio se formó entre ambos hasta que fue Louis quien acabó rompiendo, al notar lo que pareció ser una gota de agua cayendo sobre su nariz.

—¿Eso era...?

—Gotas —lo interrumpió Harry, molesto cuando una de ellas impactó de lleno contra su rostro—. Va a llover.

—No me jodas.

Pero ni siquiera les dio tiempo a refugiarse en las escaleras que los adentrarían en el edificio, pues una fuerte lluvia apareció de la nada cayendo sobre ellos sin piedad alguna. Mojando sus cuerpos en cuestión de segundos y haciendo reír al castaño a carcajada limpia, quien se negaba a ponerse en pie.

—Nunca me había llovido estando en la calle, y ya es la segunda vez que me llueve encima mientras estoy contigo. ¿Qué clase de problema tienes? —tuvo que alzar la voz para que pudiera escucharlo, realzándola sobre el sonido de la lluvia impactando contra el suelo con dureza.

El orfanatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora