Capítulo VI

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Suspiró por enésima vez en lo que iba de tarde. Tumbado sobre el césped artificial en los exteriores del edificio, dedicándose a nada más y nada menos que lanzar una pelota contra las barreras una y otra vez, con sus dos manos.

Ladeó el rostro cuando vio llegar a Niall, y volvió a lo suyo sin interés.

—¿Ya vienes de comerle la boca a ese? —preguntó sin gana, sin dejar de jugar con la pelota y sin mirarlo. Niall se dejó caer para sentarse a su lado, apoyando la espalda en la pared.

—Y lo que no es la boca —sonrió.

—Eres un jodido cerdo.

—¿Y tú, qué? —se interesó—. ¿Qué haces?

—Morirme de asco.

Resopló sentándose a su lado, lanzando la pelota lo más lejos que pudo al cansarse de aquel estúpido juego. Niall comenzó a reír.

—Vamos, ¡Anímate! ¿A caso no sabes qué semana es la que viene?

—¿Me tendría que importar?

—El viernes de la semana que viene es nuestro día libre, Louis.

—Repito la pregunta.

Niall rodó los ojos, y se colocó frente a él con entusiasmo.

—De vez en cuando suelen poner días aleatorios en los que nos dejan salir de aquí. Podemos ir donde queramos, campar a nuestras anchas sin la vigilancia de los putos guardias tocapelotas.

—Me la suda.

—Maldita sea, niño. No hay quien te aguante.

—¿Y qué esperabas? Sin dinero, sin coche, sin nada. ¿Qué pretendes hacer? ¿Ir a un banco a pasar la noche? Para eso, me quedo aquí.

—Nos suelen dar algo de dinero, y disponemos de un vehículo para cada cuatro personas.

—¿Qué?

—La condición de salir solos, es ir en grupos de cuatro y no separarse de ellos en toda la noche. Quien no llegue al centro antes de las ocho de la mañana, cumple el castigo de una semana en las mazmorras.

—Absurdo y patético. Qué gilipollez.

—¿No te mueres de ilusión? Porque yo sí, y mucho. ¡Muchísimo!

Louis lo miró de reojo.

—Pobrecito.

Una mirada fulminante por su parte fue lo que acabó haciéndolo reír, antes de ser interrumpidos con descaro.

—Perdona, ¿Louis? —habló con timidez—. Esto es tuyo.

Su rostro volvió a su clásica seriedad cuando se giró hacia la procedencia de aquella voz, llevándose una sorpresa cuando lo vio con su pelota entre las manos.

—Otra vez tú —no mostró emoción ninguna. No tenía, a decir verdad.

—Cameron —sonrió amable. Niall lo miró de arriba a abajo.

—Esa ropa no te favorece nada —comentó.

—Niall —advirtió Louis, bajando la mirada en señal de advertencia.

—¿Qué? No es ninguna mentira.

—No tengo mucha ropa —intervino con timidez—. Y la poca que tengo, no me hace justicia.

—Desde luego que no.

—Niall —bufó más alto.

Se giró de nuevo para continuar mirándolo, y se encendió un cigarro antes de hablar.

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