Capítulo XXIII

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Varias lágrimas se deslizaron por el rostro de la mujer, quien frenó sus pasos sin querer acercarse más. No quería agobiarlo. Sabía que su presencia allí rompería todos los esquemas que tanto dolor le habían causado a lo largo de su vida, y no quería causarle más sufrimiento del que le había causado ya.

—No es verdad. No, no es posible. Eres una ilusión. ¿Estoy soñando? Sí, definitivamente debe ser eso —habló con la mirada perdida y las mejillas enrojecidas, aún de rodillas en el suelo. No quería mirarla. Se rehusaba, una y mil veces, a enfrentarse de golpe a todo lo que tantas veces había estrujado su corazón hasta romperlo.

—Harry, cariño —era su voz. La dulzura y la calidez de sus palabras continuaban acogiéndolo como el primer día—. Déjame que te lo explique.

—¡No!

—Intenté venir antes, mi amor —habló desde la distancia, observándolo con el mismo amor que aún conservaba para él—. Lo intenté de una y mil formas, te lo aseguro. Pero no pude. Ese hombre me tenía amenazada con hacerte daño, Harry, y sabía que podía hacerlo si quería. Yo... yo solo intentaba protegerte.

—Podías reclamar mi custodia —después de unos largos segundos en silencio, su frangible y delicada voz resaltó en el ambiente—. Eres mi madre biológica, tienes más poder sobre mí que todos ellos.

Anne comenzó a impacientarse. Necesitaba que la entendiera, que le diera la oportunidad por la que tantas veces batalló con aquel hombre sin miedo a perderlo todo. Necesitaba a su hijo.

—Es un asesino, Harry. Mató a tus hermanos y no le tembló el pulso al hacerlo. ¿Qué me aseguraba que no haría lo mismo contigo? Aunque suene contradictorio, siempre has estado más seguro a su vera, que no lejos de aquí.

Un mareo tambaleó su cuerpo cuando demasiada información acabó colapsándolo, y Louis lo abrazó con fuerza por la espalda. Ayudándolo a levantarse del suelo, y mirando a los dos adultos cuando lo consiguieron, con expresión seria y relajada.

—¿Por qué no continuamos mañana con esta conversación? Hoy ha sido un día largo, y creo que hablo en nombre de todos cuando digo que necesitamos dormir.

—Sí —Kol, en mitad de suspiro, ayudó a Niall a subir las maletas al maletero—. Vámonos de aquí.

—No te separes de mí —susurró Harry agarrando la mano del ojiazul, mirándolo con los ojos cristalizados y el labio inferior tembloroso—. Por favor.

—Nunca —besó su mano.

[...]

Suspiró pesadamente removiéndose en la cama por décima vez en lo que llevaban allí tumbados, tratando de dormirse sin ni siquiera tener sueño. Su cabeza no descansaba, no podía parar. Y se estaba volviendo loco.

Acabó levantándose cuando no aguantó más, y miró el reloj de la mesita de noche. Eran casi las tres de la mañana. Resopló de nuevo pasándose las manos por el rostro, y caminó hacia la puerta tras besar la cabeza de su chico, quien dormía plácidamente en su lado de la cama.

Frunció el ceño cuando llegó al pie de la escalera, deteniéndose al no recordar donde estaba la cocina. Sin embargo, acabó acertando cuando vio la puerta abierta y la luz encendida.

Su cuerpo se petrificó cuando la vio ahí. Bebiéndose un vaso de agua en la encimera de la cocina, con la mirada perdida y los ojos hinchados. Parecía haber estado llorando, y por la imagen que daba, no le fue muy difícil concluir que le pasaba lo mismo que a él.

—H-hola —le tembló la voz.

Pudo ver como sus labios se curvaban en una hermosa sonrisa, con algo de tristeza y melancolía a la vez. Sus ojos enrojecidos brillaron al verlo, y tragó saliva.

El orfanatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora