Capítulo XIX

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Rodaron sobre aquel mullido colchón sin poder dejar de reír ni un solo segundo, siendo Louis quien quedó abajo esta vez. A carcajada limpia intentándose defender de las cosquillas que su chico le hacía con la única intención de escuchar la hermosa melodía que salía de sus carnosos labios.

—¡Basta!

—Pídemelo por favor —su cadena quedó colgando de su cuello cuando clavó sus dos manos sobre la almohada, esperando su respuesta casi rozando sus labios con los suyos.

Louis, sin embargo, no le dio el gusto.

—Que te jodan —susurró sobre su boca.

—¿Ah, sí?

Frenó sus movimientos durante unos segundos, mirándolo directamente a los ojos para desafiarlo en mitad de una pícara y traviesa sonrisa. Louis retomó la respiración con el rostro enrojecido, observándolo también con todos sus sentidos puestos en esquivar sus cosquillas si volvía a intentarlo de nuevo.

Pero no pudo frenar aquellos musculosos brazos que apresaron su cuerpo sin ningún tipo de dificultad, inmovilizándolo para continuar haciéndole cosquillas a su más puro antojo. Louis estalló a carcajadas de nuevo.

—¡Para, Hazza!

—¿Por favor? —alzó las cejas con diversión, y el castaño lo miró rendido.

—P... ¡Por favor!

—Así me gusta —dejó de hacérselas cuando pudo divisar en él una importante falta de oxígeno, y se quitó de encima para dejarle retomar la respiración, sin poder evitar sonreír al hacerlo. Louis cayó desplomado sobre el colchón.

—Ambulancia, me va a dar un infarto.

—Normal, yo también la necesitaría si tuviera a un hombre tan guapo como yo delante mía —se halagó a sí mismo, besando sus bíceps con descaro.

Una mirada de asco recayó sobre él.

—Tío guapo, dice —soltó una carcajada—. Cansino, más bien. Y estúpido. Y gilipollas.

—Bueno, ¿Tú, qué? —rodó los ojos fingiendo ofenderse, mirándolo mal—. ¿Tiene algo más que opinar la princesa?

—Princesa mi polla —se acomodó sobre la cama.

La sorpresa pudo visualizarse en el rostro del rizado, quien abrió la boca dispuesto a contestar. Sin embargo, la puerta resonó interrumpiéndolo de lleno.

Ambos se miraron con confusión. Nadie llamaba a la puerta. Excepto...

—Abre, Tomlinson. Debemos hablar.

—Este cabronazo —susurró Harry, dejando notar la rabia que comenzó a correr veloz por todo su cuerpo. Louis agarró su mano con suavidad.

—Ahora salgo.

—No —tras la puerta, habló con dureza—. Entraré yo.

—Ni de coña —intervino de inmediato, susurrándole de cerca. Su rostro estaba serio, demasiado incluso para él. Pero el ojiazul sabía que no tenían otra opción.

—Escóndete en el armario.

—Louis n...

—Por favor —lo interrumpió en un suspiro.

Ni siquiera él entendió por qué acabó cediendo, pero lo hizo. Quizá fue la poca gana que tenía de discutir, o un mísero intento de intentar dar el brazo a torcer de vez en cuando, dejándole decidir aunque no le gustase su respuesta.

Su mirada verdosa se enfrió cuando observó su nerviosismo a través del pequeño y único hueco que le dio visibilidad del exterior, y tensó la mandíbula cuando él abrió la puerta.

El orfanatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora