Vacío:

Pobre de ella...

¿De quien?

Pobre de la Beatriz atrapada en aquellas aguas oscuras.

Encerrada.

Aprisionada.

Apresada por la densidad del líquido.

Su cuerpo decaía en las profundidades y no podía hacer nada, no podia moverse, no podía hablar  y sobre todo no podía pedir ayuda.

Por suerte, no era como si le faltará el aire, en realidad podía respirar correctamente, solo se sentía triste y derrotada por permitir que cada vez su cuerpo se fuera alejando de la superficie y solo pudiera ver una completa oscuridad frente a ella.

Casi pudo recordar a la sensación que tuvo cuando cayó al río, o más bien, cuando Sara la había empujado, solo que esa vez el miedo y el temor fueron sus principales emociones, ahora, era más una tristeza, una soledad, un dolor en pecho que no parecía acabar y al mismo tiempo una tranquilidad silenciosa.

Beatriz recordó que tenía algo en su mano, era el venado de madera de su padre, incluso cuando cayó al agua, no lo había soltado, su mano estaba quieta pero el venado seguía ahí. Oh claro, si era lo único que le quedaba de su padre, era lo único en lo que podía aferrarse, a la final las visiones no dieron resultado, nunca pudo saber en dónde se encontraba su padre y se dió cuenta de que quizás jamás lo sabría, quizás este era un final para ella.

Su mente sabía que estaba atrapada, pero aún no podía procesar completamente en dónde o como era posible que estuviera bajo esa agua y aún poder respirar. Quiso gritar pero no pudo, quiso ser escuchada pero no pudo, entonces todo se derrumbó y decidió rendirse, decidió que se quedaría ahí para siempre o eso hubiera pasado si Sara no hubiera hablado.

—Bea... ¿que te pasa?

En ese momento Beatriz, abrió los ojos, fue automático y unas pequeñas burbujas salieron de su boca al coger aire.

—Bea no puedo hacer esto sola...

Beatriz pudo escuchar su voz perfectamente, un eco profundo, como si no se tratara de que ella estuviera lejos o en el fondo del mar, sino, en que Sara estuviera transmitiendo su voz por todo el lugar. Llegó otro momento en el que pudo mover su brazo, luego sus piernas y todo su cuerpo despertó, sintiendo miedo de eso, porque ahora podía nadar pero parecía imposible.

¿Sara?

¿Sara estás ahí?

Se preguntaba, no soltó el venado, más bien lo apretó con fuerza en su mano y comenzó a intentar nadar a la superficie, lo hizo como cualquier persona lo haría, batiendo las piernas y los brazos constantemente.

—Bea... por favor....

¡Ya voy Sara!

¡Ya voy!

¡Espérame!

Llegó un momento en el pudo ver una luz, fue un regalo esperanzador para Beatriz porque continúo nadando hasta que sus huesos dolieran, tenía que salir, tenía que hacerlo, solo un poco más, solo...

Ella alzó su mano y de pronto sintiendo un aire frío, un aire que se extendió desde mano hasta su cara, justo cuando salió a la superficie. A Beatriz nunca le faltó el aire, pero respiró como si no lo hubiera hecho en años, se limpió el agua de la cara y lo primero que hizo fue mirar a su alrededor buscando a Sara, pero no había nadie.

Solo era ella, en un lugar más que extraño, era aterrador. Beatriz pudo ver agua negra a su alrededor y eso fue todo, no había nada más allá, solo agua, solo oscuridad, nisiquiera había un cielo para pensar que estaba en el oceano, más bien había una luz blanca que provenia de algún sitio desconocido, eso era lo único que la iluminaba, esa fue la luz que ella veía.

Cundida de miedo, intentó buscar una salida pero no había nada, ni nadie.

¿De dónde Sara la había llamado?

¿Cómo era posible que Beatríz escuchara su voz?

¿Acaso también estaba por aquí?

¿O provenia del exterior?

Beatriz miró el venado en sus manos, era lo único que tenía consigo en ese momento y quiso llorar pero eso no le serviría de nada, ya había llorado lo suficiente en el mundo real, ahora debía enfrentar esto sea como sea.

Escuchó algo.

Una campanita, pero gimió de miedo al sentir cómo algo chocó con su espalda, se giró rápidamente en el agua, notando por primera lo fría que estaba, entonces se encontró con algo inesperado y fortuito, un bote había chocado con ella, uno de madera.

Apareció de la nada, como si hubiera venido a su rescate pero la verdad era que le ponía los pelos de punta en solo verlo ¿Por qué estaba aquí? ¿Lo manejaba? Al ver se encontraba vacío, pero todo indicaba que ella debía subirse, era eso o quedarse flotando en esa agua para siempre, hasta sus dedos ya estaban arrugados. Así que con algo de torpeza se subió al bote, golpeandose con la madera al caer, pero pudo reincorporarse y sentarse correctamente.

No estar en el agua ya era un gran paso, ahora debía averiguar que hacer con el bote, no había remos o algo para que ella pudiera moverse pero no fue necesario, ya que el bote comenzó a dar la vuelta por si solo y luego navegar por aquellas agua lentamente.

Beatriz se abrazó así misma por el frío y solo esperó a que el bote la llevara a su destino.

Y deseando que Robbie la despertara de esa pesadilla...

Los Internados Rulynson - Cazadores Y Demonios © 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora