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Un teléfono roto y parpadeante,
justo como yo.










SARA GRACE

Sus ojos.

Sus ojos morados eran como dos llamas ardiendo en el infierno.

Llamas que ardían con intensidad y parecían quemarte la piel pero al mismo tiempo dejartela helada. Eran como un hechizo, un embrujo que te atrapaba al instante, que te hacía sentir extraña, vulnerable. Con una energía sofocante que te corría las venas. Te asfixiaba pero luego te soltaba.

Y solo caías.

Sin saber si habían tenido piedad de tí o había sido un milagro.

Soñaba con sus ojos...

Soñaba con las veces que lo ví...

Y deseaba que desaparecieran porque no me gustaban. Era la primera vez que lo admitía, pero es que esta sensación en mi cuerpo, me impregnaba con terror y angustia, me hacían sentir perseguida, como una presa en un bosque en el que sus ojos parecían por todos lados, en dónde no habia escapatoria de ellos.

Solo...

Solo quería que desaparecieran.

¡Desaparezcan!

¡Ya no quiero correr joder!

¡Ya no quiero tener miedo!

¡No sé supone que debería temer!

¡No de ella!

¡No de Bea!

¡No de la persona que más amaba...!

¡No!

¡BASTAAAAA!

—¡BEA! —mi cuerpo se impulsó hacia adelante en el momento en que desperté. Respiré tan fuerte que sentí que mi pecho estaba apunto de reventar, mi mano izquierda llegó hasta mi corazón y apreté ahí, solo tratando de no tener un paro cardíaco en ese momento.

¿Que carajos...?

¿Que carajos había pasado...?

Traté de calmarme.

Debía calmarme.

Estuve soñando todo este tiempo, ese miedo no fue real...

O eso quería creer.

Miré a alrededor.

Estaba en mi cuarto.

Lo cual era algo lógico porque yo recordaba perfectamente que la chica y Kristoff me habían dejado aquí, lo que no recordaba era cuando me había quedado dormida o como era posible que ya fuera de mañana y los rayos de luz impactaran contra mi cara.

Todo había pasado tan rápido...

Seguía teniendo el mismo uniforme sucio de anoche, seguía teniendo la sangre seca en las piernas, algunos raspones en las rodillas y sentía la herida que me había provocado en la barbilla.

Todo estaba igual.

No había sido un sueño.

Me levanté de la cama, sintiéndome un poco menos mareada de lo que pensé que estaría pero tenia que comprobar que podía pararme en dos patas.

Por suerte no sentí ningún dolor en vientre.

Me dirigí hacia el baño de nuestra habitación, abrí la puerta y en cuento entré; la cerré con seguro. Me quité la ropa sucia y entré a la ducha de inmediato, el agua de la regadera cayó sobre mi cara, tibia y refrescante, pero aunque quise quedarme en ese lugar para siempre, lo cierto era que no podía.

Los Internados Rulynson - Cazadores Y Demonios © 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora