𝒕𝒖, 𝒚𝒐, 𝒚 𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒄𝒊𝒓𝒄𝒖𝒊𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒃𝒓𝒊𝒓 [FIN]

11

Gala

Me quedé mirando la espalda de Carlos. En qué momento lo tenía en "mi" cama. Guau. Tenía una espalda ancha, no era el tío más fuerte del mundo, pero tenía buen cuerpo. Una espalda bien hecha, bien trabajada. Haciendo caso a lo que me pedía mi cuerpo, me pegué más a él y apoyé mi frente en su espalda. Su fragancia me invadió entera. Provocando que se girase. Ahora lo que estaba en mi frente era su pecho, me sentía pequeña delante de él.

–Uy, perdón.

–¿Qué haces? –no parecía molesto, curioso, más bien.

–Tengo la costumbre de dormir o abrazando algo o pegada a algo, y como cojines no hay, me apoyo en tu espalda.

–Ah, vale. Bueno, lo que quieras, a mí no me molesta… mientras me dejes dormir.

Se quedó tumbado mirando hacia mí y yo apoyé de nuevo mi frente en él, concretamente en su pecho. Su mano fue a mi pelo, acariciándolo. La paz que me daba eso era increíble. Su mano hacia movimientos suaves sobre mi melena, mientras su respiración tranquila hacía subir y bajar su pecho lentamente. Me quedé dormida sin darme cuenta. Solo sé que cuando me desperté empezaba a amanecer y él seguía durmiendo, y sin querer, le miré eso, que escondía una bonita erección matutina. Ah, vale. Me moví, separándome de él. Me estaba meando. Corrí al baño a atender mis necesidades naturales, mientras él seguía durmiendo como un oso. Volví a la cama, me tumbé y volví a cerrar los ojos mientras el sol subía. Noté sus brazos alrededor de mí, dándome un calor que no había sentido nunca. Acabé de juntarme a él sintiendo todo su cuerpo pegado a mi espalda. Sentía hasta lo que no quería sentir. Joder. Noté un susurro en mi cuello.

–Buenos días… –por el amor de dios.

–Hola –respondí en un susurró también.

–¿Qué hora es…? –se separó de mí para estirarse.

–Las cinco y media.

–Joder… yo me vuelvo a dormir, ya me avisarás… –se tumbó boca abajo con la cara estampada en la almohada. Reí suavemente y lo imité.

–Carlos.

–Queee…

–¿Te importa si me quito la camiseta?

–Me da igual.

Me la quité quedando en tetas y me tumbé boca abajo de nuevo. Ambos volvimos a dormirnos en un santiamén, esta vez él se despertó primero, lo vi de espaldas mirando el móvil, supongo. Pude notar que tenía la camisa desatada.

–Bu –lo toqué por detrás.

–Uy, qué susto –muy asustado no parecía.

–Aiiix.

–Me voy a girar, ¿estás visible?

–Girate.

Se giró para mirarme y se sentó en el colchón.

–¿Qué hacemos, rubia? ¿No nos tenemos que ir?

–Son las nueve, pirate a por tus cosas.

–¿Me das permiso? Venga, adiós.

Se fue, y yo aproveché para moverme de la cama e irme a darme una ducha rápida. Preparé la maleta y esperé a que me avisara cuando él estuviera. Cogí una casita en la montaña..

–¿Vamos? –apareció en mi puerta, se había llevado la llave el cabrón.

–Mira… ¡Me cago en toda la escudería de Ferrari!

–Amén.

–Vamos, anda. Con tu coche, ¿no?

–No tienes coche, ¿no?