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Gala

☆☆☆

Un año después.

Llevábamos dos meses casados. Estábamos en nuestra luna de miel en Grecia. Después de haberlo pasado mal esos meses que Carlos no me recordaba, al final me casé con él. Era el hombre de mi vida, y ninguno más le llegará a los tobillos. Él era el único.

Hacia una semana que me había enterado que estaba embarazada, deseaba contárselo. De hecho, ahora mismo él tenía una copa de vino en la mano, y el aroma que esparcía me estaba dando asco.

-¿Y esa cara de asco?

-No quiero vino.

Eso a él le extrañó muchísimo.

-¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?

-¿Tener a tu hijo dentro es estar enferma?

Se atragantó con el trago al instante. Y después de recuperarse me miró.

-¿Vas en serio?

-No, amor. Tengo un nenuco.

Él se rió y luego me abrazó fuerte, subiéndome a horcajadas en su regazo.

-Seremos los mejores padres del mundo.

-No tengo duda del padrazo que vas a ser.

-¿Tú crees? -me mira, tiene lágrimas en los ojos.

-No lo creo, lo sé.

Me besó, y esa noche, hicimos el amor, como tantas veces lo habíamos hecho en ese viaje.

-Te amo.

-Yo más.

Se quedó mirando al techo con una sonrisa. Estaba feliz, y verlo feliz me hacía feliz a mi.

-Me gusta verte tan feliz.

-Voy a ser padre con el amor de mi vida, para no estarlo.

Sonreí. Estaba feliz, emocionada, y con mucho miedo por el cambio que se nos venía encima.

★★★

Carlos

Quinto mes de embarazo. Estoy emocionado, ella está que se sube por las paredes, pero yo estoy feliz. Sé que este mes nos dicen el sexo. Mi instinto decía que sería una niña. Y quería una niña de hecho.

Ahora, volviendo al tema de que ella está que se sube por las paredes... Parecía que no me soportaba. A la que le decía cualquier cosa me mordía. No me gusta que me hablen mal, y me callo porque la quiero y porque estoy acostumbrado a los malos tratos, pero llega un momento en el que uno no puede más.

-¡Me voy! -cogí las llaves de mi coche y mi chaqueta. Necesitaba espacio, y respirar para no cagarla.

No recibí una respuesta, y me fui directito a buscar a Lando. En momentos como estos necesito a un crío que me diga que nos vamos de fiesta.

Llegué a su casa y toqué su timbre. Me abrió, y me encontré con otros dos.

-Coño.

-Uf... qué cara -soltó Max.

-No me digas.

-¿Qué te pasa? -pregunta Russell.

-Necesito un respiro.

Entré, y nos sentamos con una cerveza.

-Cuenta.

-¡Parece que me odia! A cualquier cosa que le digo. Le digo hola y gruñe. No la entiendo...

𝒕𝒖, 𝒚𝒐, 𝒚 𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒄𝒊𝒓𝒄𝒖𝒊𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒃𝒓𝒊𝒓 [FIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora