𝒕𝒖, 𝒚𝒐, 𝒚 𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒄𝒊𝒓𝒄𝒖𝒊𝒕𝒐𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒃𝒓𝒊𝒓 [FIN]

4

Carlos

Estábamos en Francia. Francia… qué país más odioso. Si no me escupían por la calle creo que era porque soy famoso y habría consecuencias, pero las malas caras nunca faltaban. Eso sí, Hamilton encantadísimo. Las francesas lo adoraban. Qué asco de tío…

Charles al final acabó comprando el libro de Gala y no lo soltaba en ningún momento.

–Ni intindi quimi pidis liir istis guirridis –le molesté.

–Calla.

–Pero te gusta.

–Claro.

–¿Lo ves? Si es que tengo los mejores gustos del mundo.

–Sí, Carlos, sí.

–¿Por dónde vas?

–Casi la mitad.

–Ahí está la escena del barco.

–Caalla.

–Tu avanza, avanza… –me reí.

–SI TE CALLAS PUEDO.

Me callé, las caras que ponía leyendo… lo tenía que grabar.

–Deja de mirarme así.

–Te voy a grabar.

–No.

–Tarde.

–Tu puta madre.

Era buenísimo, no dejaba de reírme. Es que tenía unas escenas muy buenas, y sus caras…

–LAS CARAS –me río a carcajadas.

–Broo.

–Mírate, anda.

–A ver.

Le enseñé la pantalla de mi móvil, donde salía él y sus caras.

–Juder… Tengo cara de gilipollas –se ríe–. Si la volvemos a ver le pido una firma. ¿Te gusta?

–Y dale…

–Ya paro. ¿Qué hacemos?

–¿Dar una vuelta?

–Vamos a la Torre Eiffel.

–Vamos, venga.

Me cae mal este país, siento que me juzgan con la mirada. Menos mal que hacíamos la carrera y nos íbamos.

Nos paseamos por allí, las francesas se comían con la mirada a mi amigo, mientras que yo iba mirando al suelo o a los edificios, no me gustaba eso de prestar atención a la gente.

–¿Esa no es…?

Miré al frente, y una chica se estampó en mi pecho. Otra vez.

–Me cago en mi madre.

–Amén –me reí.

–Tengo un serio problema con chocarme con la gente. El otro día casi me como a Hamilton.

–Hamilton tenía que ser –se descojona mi amigo, y yo trato de contener mi cara de asco.

–Mira tú por dónde.

–En fin.

–¿Qué haces por aquí?

–Y pregunta.

–Pues… ah. Claro. Perdón, tengo un poquitín de retraso –ríe Charles.

–Podría ser, según mi amiga te comes bastantes muros en las carreras.