La cazadora observó como Sao pronunciaba las palabras que sellaban la entrada del cuarto secreto. Estaban solos, y el objetivo por el cual la cazadora había ido hasta ese lugar, había desaparecido junto con la gran puerta verde. Aun así, la cazadora no parecía preocupada. Con calma, observó aquel espacio subterráneo, no había mucho de qué preocuparse, a menos que ese hombre tuviera otro cuarto mágico, ella tenía todas las salidas cubiertas, por lo que él, ni la pequeña heredera, podrían escapar.
—Supongo que tendré que pasar por en sima de ti para llegar a la Heredera —Comentó la mujer con una sonrisa siniestra en la cara— No supondrá problema alguno.
Volvió a levantar su revolver apuntándolo, y luego extrajo de su funda un segundo revólver, decidida por acabar todo aquello de forma rápida.
—Yo no estaría tan seguro —Comentó Sao, extrayendo una carta de su bolsillo trasero.
Con un rápido movimiento se llevó el dedo pulgar a la boca y luego lo mordió, abriéndose una herida. La sangre golpeó el suelo y acto seguido un gran círculo mágico se dibujó debajo de él, abriendo así un portal justo detrás suyo, en el mismo lugar donde la puerta había desaparecido. Galopando entre mundos, un enorme caballo negro apareció, y en cuanto tocó en el piso abrió sus alas extendiéndolas por todo el cuarto. Las plumas negras tenían un brillo dorado y rojo que resplandeció al recibir la luz de las velas. Sus ojos rojos miraron a su nuevo rival, hambriento de su sangre.
—Este no se ve tan aterrador. Si te soy sincera los titanes que tu esposa controlaba se veían más rudos, y los vencí sin problemas —La cazadora notó entonces el pequeño y casi imperceptible gesto de disgusto y dolor que Sao dejó ver en su expresión, usualmente inexpre-siva—. Ya veo, no eres tan fuerte como tú esposa, claro, ella es la gran Elizabeth Silver. Pero sabes, aunque tu esposa me hizo sudar, lo admito, no fue lo suficientemente fuerte para mí...
—¿Crees que me vas a engañar diciéndome que mi esposa se dejó vencer por alguien como tú? No me hagas reír.
Sao soltó una risa seca y sin gracia, demostrándole que sus jueguitos mentales no iban a funcionar con él. Sabía de sobra que su esposa estaba viva, y que no sería vencida tan fácil, menos si aún no había usado la carta de Suzaku. En el momento que Elizabeth sacara su carta más poderosa toda la villa se enteraría de aquello.
—Bueno, no me creas. Te lo probare.
—Adelante.
De un salto Sao se subió a su Pegaso, y juntos corrieron hacia la mujer a tiempo que ella comenzó a apretar el gatillo de sus revólveres, las balas dieron de lleno en el pecho del Titán, aun así el caballo llegó hasta ella, y colocándose en dos patas la golpeó arrojándola contra la gran puerta roja. La mujer evitó soltar una palabrota, por más que aquel caballo no pudiera volar aún era sumamente rápido.
Antes que ella pudiera ponerse en pie, el Pegaso avanzó hasta donde cayó, y se preparó para golpearla de nuevo con sus dos patas delanteras. Aun con el dolor en el cuerpo, la cazadora, logró esquivar el golpe haciendo una voltereta en el piso, y corrió hasta el otro lado de la habitación sosteniéndose una de las costillas. Estaba segura que al menos un hueso se había roto, por no mencionar el enorme cardenal que aparecería en algunos minutos. Aun así, no sentía que había sido vencida, en sus manos aún permanecían sus dos revólveres intactos, aunque deseó tener el cañón que le había dejado al Sabueso.
Una sonrisa de satisfacción se dibujo en la cara de Sao cuando se percató de la mano en la costilla de la cazadora. Con un solo golpe ya la había lastimado de forma visible, no faltaba mucho para que acabara rindiéndose ante él, simplemente era una habladora que pretendía asustarlo con nada.

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Invocadora de Titanes
FantasyTras un golpe de estado que derroco al rey anterior, los Magos fueron prohibidos, y por lo tanto cualquier individuo que presentara habilidades mágicas fueron perseguidos hasta la extinción. Aun así, años después de la extinción de los magos nuevas...