Scarleth: Voces inocentes

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Despertó en la oscuridad desorientada y confundida, el miedo hacia latir su corazón dolorosamente. Se revolvió en el frio piso, intentando ponerse en pie, pero unas punzadas de dolor en sus brazos hicieron que se detuviera, su boca se abrió intentando soltar un grito de agonía, pero nada logró romper el silencio. Se quedó allí, inmóvil, la confusión en su cabeza le decía que algo había pasado, pero ninguna situación especial venía a su mente. Era como todas las otras veces, despertando empapada en sudor, con el miedo y el dolor advirtiéndole de algo que jamás había sucedido.

No recordó cuanto tiempo estuvo allí, aguardando, las luces se encendieron y se volvieron a apagar, mientras ella repetía su mantra de frases. Hace tiempo que no había vuelto a escuchar de Ian, solía regresar cada cierto periodo de tiempo, contándole acerca de su familia, otras veces hablaba sobre sus conocidos, solía ser aquello que la mantenía cuerda, incluso había sospechado que de no ser por él no hubiera logrado sobrevivir mucho tiempo. Pero no volvía, y eso la tenía inquieta y asustada.

Logró sentarse con mucho cuidado, sus brazos entumecidos comenzaban a sentir menos dolor, mientras que las heridas en sus muñecas habían comenzado a cerrarse. Se mantenía abrazada a sus rodillas mientras observaba su tobillo, en él descansaba una cadena roja, el color se camuflaba al rodearlo con sus cabellos. No se explicaba de dónde provenía, apareciendo junto al dolor.

Siempre había sido tan normal el despertar con heridas y cicatrices nuevas que nunca se lo había cuestionado, pero algo había cambiado. La presencia constante de Ian dentro de su cabeza la había llevado a cuestionarse cosas, entre ellas, el dolor. Ahora observaba su tobillo con extrema curiosidad, pues, en el mundo del muchacho todo tenía una razón.

Ella era un monstruo, pero, aun así, a veces había razones para las cosas. Por ejemplo, que su cadena blanca haya desaparecido, para luego volver a aparecer en rojo. La contemplo con curiosidad desmedida, dentro de esas paredes la tobillera parecía ser de los pocos focos de atención que tenía. Desde que había aparecido, su cabeza no paraba de dar vueltas en su cabeza. La acarició con las yemas de sus dedos, su tacto frio le hizo pensar en la sensación del roce con su piel, logró sentir entonces un hormigueo en su piel, la sensación de algo aferrándose en ella.

Confundida cerró los ojos, sintiendo la extraña sensación de profanación en su cuerpo, como si algo o alguien le hubiera hecho algo. Abrió los ojos, más confundida que antes, miró cada rincón de su celda con cierto recelo, casi como si algo o alguien estuviera allí, observándola. Se volvió a acurrucar con más fuerza cerrando sus ojos, y empezó a repetir las palabras en su cabeza, su mantra resonó una y otra vez, calmándola con la voz de Ian.

—Hola

Abrió los ojos en cuanto escucho la voz, las luces estaban encendidas, ignoró el repentino escozor de sus ojos que se acostumbraban a la luz intensa repentina. Se puso en pie con las piernas temblorosas y corrió hasta la puerta. Apoyando su cuerpo contra ella levantó el puño y golpeó dos veces entusiasmada. Al otro lado pudo oír un carraspeo nervioso.

—¿Estas bien? —Preguntó con cierto nerviosismo disimulado en la voz.

La niña volvió a golpear dos veces la puerta para responder que sí, ignoró el tirón doloroso que sintió en su brazo al usarlo. Era una pregunta que él hacía cada vez que aparecía «¿Estas bien?» muchas veces incluso era la única pregunta que le hacía durante toda la conversación que tenían, y siempre, cada una de las veces, Scarleth mentía. Sí, decía, a pesar de los dolores, a pesar de las heridas, a pesar de la confusión y el miedo. Porque para ella, cada vez que escuchaba la voz de Ian estaba bien, no había forma de que pudiera sentirse mal mientras estaba en compañía de aquel chico.

—Ha pasado un tiempo ¿No? —Dijo con una naturalidad forzada— tuve que asistir a clases durante los primeros trimestres, mi madre jamás me permitirá faltar a clases, aún si eso significa pasar meses lejos de mí. Es obvio que eso en realidad no es algo que le afecte, termine por comprender que solo prefiere su trabajo antes que el ver a su hijo, por no mencionar que quizás si es por ella no me vería nunca.

Invocadora de TitanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora